¡Atención! Hoy
traemos maquinaria pesada. Una de esas películas que todo el mundo –literalmente-
ha visto. Y que tras 24 años no solo sigue igual de divertida si no que en
cierta manera debido a la falta de competencia en pelis de su estilo, ha
mejorado.
La historia es
de todo sabida. Los dos hermanos McCallister se reúnen para visitar durante las
Navidades al tercero ellos que vive en Paris. Junto a ellos viajaran sus
mujeres e hijos. Pero el problema es que parecen una familia del Opus y tienen
una docena de críos. Y tras una rabieta la noche antes de salir, encerraran al
pequeño Kevin en el ático. Al día siguiente, entre la vorágine viajera, las
prisas y demás, se lo olvidarán, mientras ellos viajan tranquilamente hacia
Francia, quedándose el niño a merced de dos ladrones que planean desvalijar la
casa. Pero Kevin reacciona ante su miedo inicial y hará todo lo posible para
defender su hogar.
Estamos ante un
planteamiento que podría hacer aguas por todos los lados. Por un lado, película
con crío. El film se puede ir a hacer gárgaras si pones al típico criajo repelente
y marisabidillo. Pero no, aquí pillan a un rubiete que había despuntado el año
anterior con “Solos con nuestro tío”,
no se si habéis odio hablar de él; Macaulay Culkin. Y el renacuajo aguanta la película
como un campeón. Un poco sobreactuado si –sobretodo en el original en
inglés- pero no desentona con el tono de
general de la cinta.
Pero podría
venir otro problema: ¿Va a estar un crio durante 90 minutos haciendo el tonto
mientras no hay nadie más en la casa? Problema solucionado. Le ponemos
secundarios de altura que ayuden a mejorar la cosa. Y nos ponen como los cacos
de turno a Daniel Stern y a un Joe Pesci que se come la pantalla cada vez que
aparece. Da igual las vueltas que le des, no hay mejor elección.
Y el más
quisquilloso se pondría: Oye, son más de noventa minutos lo que quieres rodar.
¿Cómo vais a mantener la tensión? No worries. Se deja entrever que va a existir
un enfrentamiento de altura al final de la película. ¡Y qué final! En mi
antigua copia de VHS se veía la peli perfecta, pero cuando llegaba la
confrontación a lo “Solo ante el peligro”,
la nieve empezaba a aparecer de las veces que se tiraba para delante y para
atrás.
¿Y quién se
encargó de llevar a buen puerto esta empresa que podría haber fracasado
estrepitosamente? Pues los –con permiso de Spielberg- reyes del cine familiar
de los ochenta –uno- y de los 90 –el otro-: John Hugues y Chris Columbus.
El primero, que
en “Solo en casa” ejerce como
guionista, fue el encargado de recordar a Hollywood que los adolescentes pueden
estar enjugazcados o en la edad del pavo pero no son gilipollas. Al menos no
todos, y por ello no hay que tratarlos como tal. De su mente salieron
personajes que aún están en el recuerdo de todos los treintañeros o
cuarentones: Ferris Bueller –“Todo en un
día”-, Duckie –“La chica de rosa”-,
o John Bender -“El club de los cinco”-.
Chris Columbus por
su parte, tras el éxito de “Solo en casa”,
continuó realizando comedias de calidad para todos: “Señora Doubtfire”, “Nueve meses” o “Solo en casa 2: Perdido en Nueva York”. Hasta que tocó techo con
las dos primeras entregas de Harry Potter. Tras el niño mago, ha ido
deambulando entre musicales - “Rent” -
o sagas literarias de segunda - “Percy Jackson y el ladrón del rayo”-.
Esperemos que el pobre levante cabeza, porque se lo merece.
En resumidas
cuentas, estamos ante un clásico navideño. Una película de las que hay que
poner a las nuevas generaciones. Una cinta que contiene los veinte últimos
minutos más vertiginosos que verás en este maratón navideño. Una película con
la que, aún un cuarto de siglo después, no puedes dejar de reír. Porque, no nos
engañemos, un perdigonazo en los huevos a Joe Pesci, siempre será un
perdigonazo en los huevos a Joe Pesci.
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