"Mad Max: Fury Road" (2015) de George Miller.



Para la mayoria de los cinéfilos, este 2015 iba a ser el año de Los Vengadores o de la nueva Star Wars. Pero para mi desde el principio habían dos películas que estaba esperando: “Terminator Genisys” y este “Mad Max: Fury Road”. Y aunque hayan pasado 30 años desde que Max entrara en la Cúpula del Trueno, la franquicia ha vuelto y para quedarse. Sin lugar a dudas, la espera ha valido la espera.





Uno de los puntos más interesantes de esta secuela es su dirección. Desde la primera entrega de la misma en 1979, el australiano George Miller es el que ha llevado la batuta en las entregas del antihéroe austral. Gracias a que el capitán del barco ha sido el mismo ha podido dotar a cada entrega de entidad pero dentro de una misma lógica cinematográfica.
Sin embargo, el trasladar las aventuras – o más bien desventuras- de Max al nuevo siglo era bastante complicado, más aun viendo que las últimas cintas de Miller eran la dupla de “Happy Feet”, que sin ser películas malas distaban mucho del salvaje universo australiano donde se encuadra el mundo post apocalíptico de Mad Max. Pero el que es bueno, es bueno y Miller nos ha regalado una cinta llena de referencias a la saga –ese Interceptor que aparece de vez en cuando- y al cine Ozplotation en generla – ese desierto que se torna un personaje más o esos automóviles sacados de “Los coches que devoraron París” de Peter Weir-

Tras la dirección, otro de los aspectos que ha hecho correr ríos de tinta ha sido el relevo en cuanto al papel de Max. Es cierto que Mel Gibson ya está bastante abuelete para ir montado en el Interceptor y que no cante. Y este Tom Hardy me parece una muy buena elección, ya que aunque el actor  no tenga mucho dialogo tiene una presencia más que imponente; como ya se pudo ver en varias cintas como “Bronson” o “Warrior”.
Y sin salir del apartado actoral tenemos otro de los puntos a favor en esta cinta: A Max se le ha puesto a un compañero de altura. O compañera en este caso, Charlize Theron como Imperator Furiosa, que se come la pantalla cada vez que aparece.  La relación entre ambos me recuerda un poco a la de Jack Burton y Wang Chi en “Golpe en la pequeña china” en tanto en cuanto desde trailers y posters nos parecen vender que Max –en este caso Tom Hardy- es el héroe y el que va a dar ostias como panes. Pero en la realidad, aunque suelta alguna que otra, la que corta el bacalao es Imperator Furiosa. Aunque esta situación, en vez de ser un lastre para la película, ocurre lo mismo que en la mencionada cinta de Carpenter, le otorga humanidad al personaje de Max y aunque no tenga más que una docena de frases le cogemos cariño y empatía.


Y junto a estos dos tenemos todo un plantel de secundarios que están ciertamente acertados.
Por un lado tenemos a las concubinas del malo de turno. Que son un grupo de chavalas a cuál más atractiva, que aunque en primera instancia parecerán damiselas en apuros demostrarán que si hay que usar una pistola tampoco son mancas. Junto a estas tenemos a Nicholas Hoult como Nux, que en principio será uno de los secuaces del malvado Immortan Joe pero que con el devenir de los acontecimientos –forma fina de decir que se enchocha- se cambiará de bando.
Y desde el bando de los malvados de la función –porque en esta peli los malos son muy malos, los buenos son muy buenos y luego tenemos a Max al cuál se la bufa todo- tenemos a Hugh Keays-Byrne como Immortan Joe, el líder de la secta que captura a Max al principio del film. Como dato, este actor fue el mismo que interpretó a Toecutter, la némesis de Max en la primera entrega. Y otro al cual destacaría sería el gigante Nathan Jones, como el lugarteniente Rictus Erectus –si, los nombres son un poco cuñaos, pero se lo dejamos pasar-.




Pero dejemos de lado la interpretación y volvamos a la dirección. Miller ha vuelto a lo grande a la acción. Todos nos acordamos de la persecución de “Mad Max 2: El guerrero de la carretera”, pues imaginaos lo mismo pero expandido, con mucho más presupuesto y más experiencia. Y lo que es más de agradecer, en vez de irse a lo rápido y llenar todo de CGI, Miller ha querido hacer la mayoría de las escenas a lo old school con dobles, coches reforzados  y mucha imaginación. Si este año le dieron el Oscar al manazas de Iñarritu por hacer una coreografía entre actores que andan en “Birdman”, sería de recibo que el australiano estuviera como mínimo nominado por realizar una coreografía entre una docena de actores y 500 automóviles mientras vemos lanzallamas, bombas, o un guitarrista con mono en un arnés…


En definitiva, una película acontecimiento. De esas que hay que ir al cine a verla si o si, con el sonido más atronador y la pantalla más grande. No te pongas a ver los fallos del guión –porque alguno que otro asoma- y disfruta con la persecución mejor filmada de la historia del cine. Porque acabarás saliendo del cine haciéndote la misma pregunta que le dijo un Robert Rodriguez culiroto a George Miller al terminar de ver la cinta: ¿Cómo narices has podido rodado esto?.