Épica de saldo
Hace ya algún tiempo que el género de fantasía, tras un parón, y varios subproductos de la talla de Dragones y Mazmorras, volvió para quedarse y sentar cátedra dentro de lo que es el cine de hoy en día. Pese lo que les pese a sus detractores, las sagas de Harry Potter, Las crónicas de Narnia (sus tres entregas son muy reivindicables) y El señor de los anillos revitalizaron este género demostrando que aún era posible hacer cine de aventuras de calidad respetando las bases de las aventuras clásicas, y sobretodo que aunaran a crítica y público en un rotundo "oh, sí". Por desgracia, poco después este movimiento fue perdiendo paulatinamente fuelle, dando de nuevo paso a películas de dudosa calidad que semana tras semana se estrenaban en salas comerciales, como Eragon, Las crónicas de Spiderwick o Arthur y los Minimoys, y que a más de un espectador le dejó con un buen dolor de cabeza. Aunque si algo fue lo que acabó por rematar a este género cerca del final de la década pasada fue la saga Crepúsculo. Odiada por muchos y amada por otros otros tantos, sin duda alguna la saga de los vampiros fosforitos fue uno de los negocios más lucrativos a nivel cinematográfico, pero que fue un todo vale en toda regla, dando vía libre a películas de aventuras de carácter juvenil/infantil de menor calidad si cabe a las citadas, salvo excepciones honrosas como El corredor del laberinto. Ahora le toca el turno a esta El séptimo hijo, saga de sobre capa, espada y brujería la cual no tengo referentes puesto que ni he leído el libro. Eso sí, ni ganas me han quedado.
La historia más tópica no puede ser; ya sabéis, lucha ancestral del bien contra el mal, la búsqueda de un elegido que devuelvael equilibrio a la fuerza y demás. Tan consciente es la película de lo que es, que el director Sergey Bodrov (autor de la notable Mongol) y los guionistas Charles Leavitt (autor de Diamante de sangre, ¡¡por Diox!!) y Steven Knight (Redención) no tienen apenas margen de maniobra y van del punto A al punto B sin despeinarse. Es decir, salvo sus primeros minutos - donde vemos la mejor escena de la película -, en donde podemos atisbar lo que es un poco de riesgo al ofrecernos algo no novedosos pero sí hasta cierto punto original, la película no se separa del camino mostrado con anterioridad en otras películas. Como he dicho, no me he leído el libro, pero si es así...tela. Los efectos especiales al menos están bastante logrados, y acaban destacando las escenas de lucha y de peleas masivas que es donde acaban luciendo más.
La historia más tópica no puede ser; ya sabéis, lucha ancestral del bien contra el mal, la búsqueda de un elegido que devuelva
En cuanto a los intérpretes destacar el error de casting que supone dar el protagonismo de la cinta al inglés Ben Barnes, actor al que considero sobrevalorado desde los tiempos de Príncipe Caspian y El retrato de Dorian Grey, y que aquí no hace más que aportar su cara bonita y ya, puesto que nos interesa cero sus motivaciones y su (nula) evolución a lo largo de la trama. No ayuda al asunto su comparsa femenina, con la cual crean una pseudo historia de amor imposible - mil veces vista y con más gracia - que no hace si no aumentar la desgana general. Lo de Kit Harington y Djimon Hounsou mejor dejarlo para otro día.
Lo que mejor parados salen son los veteranos Julianne Moore y Jeff Bridges que saben aportar al menos un saber estar envidiable, todo ello marca de la vieja escuela, aunque se nota que duras penas lo consiguen dado que tienen que aguantar el tipo con unos roles tan faltos de entidad como de empaque, muy acordes con el resto de la cinta. Una auténtica lástima.
Lo que mejor parados salen son los veteranos Julianne Moore y Jeff Bridges que saben aportar al menos un saber estar envidiable, todo ello marca de la vieja escuela, aunque se nota que duras penas lo consiguen dado que tienen que aguantar el tipo con unos roles tan faltos de entidad como de empaque, muy acordes con el resto de la cinta. Una auténtica lástima.
En resumidas cuentas, aunque no llega a resultarnos un producto aborrecible gracias a ciertos momentos y a la labor de Moore y Bridges, El séptimo hijo cae en el error de no ofrecer un "algo más" que la distinga de otras epopeyas de magia y espada ya vistas, cayendo muy a menudo en los tópicos que acaban finalmente convirtiéndola en una aventura sin gracia ni alma.
Nota: 4