Vivarium (2019) de Lorcan Finnegan


“Pesadillas suburbiales”
Vivarium abre con una la imagen de un nido donde un pájaro recién salido del cascarón - en realidad un cuco, los cuales ponen huevos en nidos ajenos para así procurar sustento a su progenie - tira al vacío a sus presuntos hermanos para ser el único que ocupe el nido y así ser alimentado por la madre. La naturaleza es cruel, sin duda, y eso es lo que vamos a ver durante sus noventa y siete minutos de metraje: pura naturaleza salvaje. 
Una joven pareja encarnada por Imogen Poots (28 semanas después) y Jesse Eisenberg (Bienvenidos a Zombieland) tras salir del trabajo van a ver unos pisos a una inmobiliaria. El extraño dueño interpretado por Jonathan Aris (Turistas) les llevará a un extraño barrio suburbano, lleno de casas iguales que no parecen tener un fin donde podrán ver la que será "la casa de sus sueños". 
Partiendo de una premisa ya de sobra vista en el género, esto es, un grupo de personas encerradas sin poder salir de un entorno casi de pesadilla, Vivarium aunque a ritmo lento consigue inquietar al espectador al ser muy ambiguo con su trama de la que apenas sabremos apenas nada ni tan siquiera al final de la misma. A ver, no quiero decir con esto que estemos ante algo novedoso, todo lo contrario, Mercero logró lo mismo en 1972 con Jose Luis López Vázquez encerrado en La cabina (a la cual se puede ver que se rinden no pocos homenajes) pero visto el panorama algo es que se fijen en los clásicos y sepan trasladarlos de la menor manera. La parte mala de esto se la lleva su dilatado segundo acto cuando la hiatoria parece no ir más que en círculos, cosa que entiendo que pase tal como está orquestado esta, pero en vista de su último tramo, donde todo se pone interesante, pues quizás el haberse centrado un poquito más en ello habría estado mejor. 
En el apartado interpretivo tenemos a una sobresaliente Imogen Poots, quien se llevase un merecido galardón en la pasada edición del Festival de Sitges, y a un algo desaprovechado pero esforzado Jesse Eisenberg. Completan el reparto los inquietantes Jonathan Aris, Sena Jennings y Eanna Hardwicke quienes cumplen es sus roles malrolleros. 
Sin ser perfecta, esta scifi minimalista se revela como una nada sutil metáfora de la pesadilla que supone el aislamiento personal sumada a la necesidad de todo ser de tener libertad, y sinceramente dada la situación que tenemos en la actualidad puede caer a más de uno cual mazazo en los pendientes reales.

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