Según
la Real Academia Española de la Lengua, cuñado
es aquella persona que es hermano del cónyuge o cónyuge del hermano. Por otro
lado los cuñaos cinéfilos –que es los
que más nos tocan- son aquellos que son unos pesaos con la última moda de
Internet, que solo hablan de las películas
de su infancia y que hace una semana te bombardeaban el Facebook con la
llegada de Marty McFly, cuando hace un mes “Regreso
al futuro” les daba absolutamente lo mismo.
Y
junto a los cuñaos cinéfilos, tenemos
las películas cuñaas. Son aquellas
cintas hechas para satisfacer al cuñao
cinéfilo: con sus referencias nostálgico ochenteras, sus chistes de dudoso
gusto en los cuales el director quiere darte un codazo de complicidad y
sobretodo, una distorsión del cine pasado que a la gente de bien nos repatea.
Con
estos mimbres, y tras haber visto “Kung
Fury”, el evento cinéfilo cuñao
del año, me esperaba que la cinta de hoy fuera una versión hipervitaminada del
cortometraje nórdico. Pero no podía estar más equivocado, ya que la cinta de
hoy es todo un logro. No es otra que la canadiense “Turbo Kid” de François Simard, Anouk Whissell y Yoan-Karl Whissel,
basada en un cortometraje previo perpetrado por esta triada del lejano Canadá.
La
cinta nos presenta un futuro apocalíptico donde el suministro del agua es más
que escaso, la gente se dedica a rebuscar tesoros en la chatarra y donde hay un
tirano que coarta la ya de por si poca libertad de los supervivientes.
Nosotros
seguiremos la pista de The Kid, el cuál con la ayuda de un par de compañeros
inesperados buscará sobrevivir en este mundo inhóspito, a la vez de completar
su vendetta personal.
Como
he dicho antes, desde la lontananza este “Turbo
Kid” parecía alimento para cuñaos:
Ese poster que recordaba al de “Tron”,
la aparición de un comic vintage, sangre a chorros por CGI, un actor famoso de
los ochenta (ya sabéis, ese vórtice temporal que va desde el “Tiburón” de Spielberg al “Godzilla” de Emmerich), ambientación
Mad Max de baratillo, música disco… Pero ¡Ay! Que equivocado estaba. Si en “Kung Fury” todo era una mezcolanza de
subgéneros y situaciones que no existían en el cine de esa época –esa memoria
adulterada por la nostalgia de las narices-, en esta “Turbo Kid” los canadienses lo han conseguido. Han cogido un buena
taza de cine post apocalíptico ( aunque más cercano en mi opinión al “Hardware” de Richard Stanley que a la
seminal obra de George Miller), complementada con un cazo de cine con chavales
en territorio hostil ( el aroma de “Un
muchacho y su perro” se desprende durante gran parte del metraje), unas
gotas del humor gamberro de las películas de género nórdicas (véase, “Iron Sky” o “Dead
Snow”) una cucharada de persecuciones
en bicicleta (como si de un “Los
bicivoladores” conocen a “1990: Los
guerreros del Bronx” se tratase) y coronando el plato un villano tiránico que
recuerda en demasía al Dennis Hopper de “Waterworld”.
Todo
esto que podría haber sido un desastre épico, se torna en un disfrutable
pastiche gracias a unos creadores que saben de lo que ruedan. No solo han visto
un par de pelis ochenteras y para subirse a la ola del revival realizan este film. Son tres personajes que aman el cine de
género, que conocen las pelis a las que hacen referencia y lo mejor de todo,
saben cómo hacer disfrutar al público.
Junto
a una historia simple y conocida, pero rodada con mucho cariño y oficio tenemos
a un grupo de actores que quizás sin
destacar mucho, nadie les puede reprochar una falta de carisma.
Como
protagonista tenemos a un tal Munro Chambers, que está realmente bien como un
pardillo atrapado por unas circunstancias más grandes que el mismo.
Como
el arquetipo de antihéroe tenemos a un mandíbula cuadrada como Aaron Jeffery,
en un personaje que nos recuerda a esos héroes a su pesar trazados por John
Carpenter.
Y
como la tercera pata de esta mesa tenemos a Laurence Leboeuf. Esta actriz se
come la pantalla cada vez que aparece, con uno de esos personajes que se hacen
querer con una gran sonrisa desde el minuto uno. Hay que ir siguiéndole la
pista a la chica.
Y
como el malvado de la función un señor que no necesita presentación: Michael
Ironside. Y, ¿Qué tal hace Michael Ironside de malo? Pues genial, como siempre.
Por algo le han contratado.
En
definitiva, una divertidísima cinta de acción, que apela a la nostalgia pero
sin estarte recordando cada dos segundos que estás viendo un homenaje. ¡Muy
bien Canadá¡ ¡Así sí!
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