Esta película
viene un poco al rebufo del terror espacial que apareció con el cambio de
milenio y primeros años del mismo. Algunos ejemplos son “Horizonte Final”, “Doom”, “Sunshine” o “Supernova”.
La película
comienza con Dennis Quaid despertando de un criosueño –similar a “Alien”-. Ocurre lo normal en este tipo
de pelis: desorientación, encuadres que nos muestran la nave, algún invento que
otro –la famosa máquina de afeitar es uno de ellos-… En este momento se nos
muestra uno de los puntos en contra de esta película. Como uno de los puntos de
la trama es que tienen poca energía las luces deben estar a un nivel bajo, por
lo que la luminiscencia de la nave es muy tenue. Pero esto en vez de ser un
plus que aporte ansiedad, como puede verse en la saga de “The descent”, aquí es un engorro ya que a veces la película es
demasiado oscura para seguirla en su totalidad.
La película se
plantea como un “Diez negritos”. El
problema es que esta premisa estaba más que vista en esa época – “Saw”, “Captivity”….- Algo ha pasado, y
deben ver como solucionarlo y también ver quien puede estar detrás del sabotaje
que parece haber sufrido la nave. Aunque llegados a un momento aparecen ciertos
bichos, que son los que dan la bienvenida a la verdadera fiesta de corre corre que te pillo que es la
película.
Esta película
tiene un aroma de serie B, escenarios que parecen sacados de una fábrica en
Rumania a medio desmantelar, personajes con carisma –sobretodo la chica- y
ciertas dosis de gore. Pero todo esto llevado con buen pulso por el director,
el alemán Christian Alvart. Aún y este aroma a producto de segunda fila, el
diseño de producción es resaltable con sus trajes, gadgets, decorados y
criaturas –hechas por Stan Winston- bien insertados en la película.
Mención
especial es el giro final de la cinta, que no desvelaré, y que me ha dejado muy
buen sabor de boca.
En definitiva,
una cinta divertida para pasar una tarde entre tiros, monstruos, aventuras
espaciales y un Dennis Quaid desatado.