Retrato de un asesino muy sieso.
Jacob (Brian Avenet-Bradley) es un modernillo de la gran
ciudad (¿de cuál? ni idea) y fotógrafo/asesino en serie con ínfulas artísticas a tiempo parcial; saca fotos a mujeres
sin que ellas lo sepan, luego las aborda con el pretexto de que le sirvan de
modelos para posteriormente asesinarlas en una destartalada e inmensa fábrica
industrial que le sirve tanto de estudio como de matadero. No contento con
ello, tras sus fotografías oculta otras en las que pueden verse los cuerpos de
sus víctimas. También pululan por ahí el padre y el promotor de Jacob quienes dada su indiscreción pondrán al protagonista en más de un aprieto.
Cinta indie que en
una machada digna de Robert Rodrígez, dirige, produce, escribe, edita y
protagoniza Brian Avenet-Bradley, quien por aquél entonces solamente tenía un
crédito como director en su haber – Freez'er,
para mí desconocida, aunque quien la ha visto no la recomienda demasiado -, y aquí
nos ofrece una vuelta de tuerca a lo visto en el film El fotógrafo del pánico, salvando claramente las distancias dado
que nos encontramos ante una película que resulta en ocasiones muy pesada,
densa en su desarrollo, hasta que puntualmente se pone en materia y vemos algún asesinato, pero ojo, salvo
en dos o tres momentos a penas vemos una gota de sangre, no vaya a ser que se
hieran sensibilidades.
El modus operandi de Jacob de abordar a sus víctimas, las
constantes peleas con el padre y el tira y afloja con el promotor se repiten
hasta el hastío, y no hay un giro interesante hasta la hora de metraje, donde
la trama deriva a una especie de análisis del propio asesino en un evidente
homenaje al personaje de Joe Spinell en Maniac,
pero esto tampoco cuaja del todo, porque todo está contado de la manera más
sosa y atropellada posible. Y ese es el mayor de los problemas que aqueja este
proyecto: nos encontramos ante una película que por ir de solemne peca de ser
muy sosa.
Aún con todo, la película consiguió ganar sendos premios en
el Festival fantástico de Reino Unido
y en el Fright Fest aunque en
apartados técnicos, donde ciertamente se encuentra la parte más trabajada de toda la
película.
Por lo demás, actores que parecen estar actuando en una obra
de teatro –el que interpreta al padre parece estar más perdido que un pulpo en
un garaje – siendo la mayoría de ellos desconocidos recién salidos del circuito
independiente.
Se agradece el esfuerzo de Bradley haciendo de hombre orquesta,
pero es de esas películas que quizás si se hubiese delegado en más gente el
resultado hubiese sido mejor, o al menos más animado.