DIA 24: Bombón de crema irlandesa con fuegos artificiales.
Los setenta
fueron los años de nacimiento del concepto antihéroe cinematográfico con
figuras como Harry Callahan, Travis Bickle o Rocky Balboa. Pero fue en los
ochenta donde eclipsaron a los héroes clásicos de toda la vida, como podemos
ver en los personajes de Snake Plinsken, Mad Max o Martin Riggs. Pero el más famoso
de todos y el que más ha transcendido es el que hoy nos ocupa: John McClane en
su “Jungla
de cristal”, la película de acción navideña por excelencia.
La historia es
conocida por todos. John McClane es un policía de Nueva York –con todo lo que
ello conlleva- que va a Los Angeles en Navidad a visitar a su familia, la cual
se mudó allí porque la madre encontró un trabajazo en una multinacional.
McClane decidió quedarse en N.Y. por lo que la relación está muy tirante. La
primera parada de John es en el Edificio Nakatomi, donde su mujer trabaja y
donde están haciendo la fiesta de empresa. Pero todo se ve alterado cuando unos
–en apariencia- terroristas aparecen. McClane se verá forzado a detenerlos.
Si hay algo por
lo cual esta saga ha ido más allá que otras es por el carisma tanto de su actor
principal como del personaje. John McClane no es el tío más en forma del mundo,
ni el más valiente, ni siquiera es el policía más eficaz del cuerpo… pero
estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Y es esta naturalidad
la que hizo que muchos nos identificáramos con este señor con entradas y en
camiseta imperio –o de maltratador- que debe luchar por su vida mientras trata
de encontrar unos zapatos de su talla.
Por su parte Bruce Willis cogió un personaje
que estaba escrito para Arnold Schwarzenegger y lo hizo suyo. Para la gran mayoría
de los aficionados Bruce Willis y y el irlandés John McClane son la misma persona. Claro,
para nosotros a día de hoy Willis es un nombre asociado a films de acción, con
cintas del calado de “El último Boy Scout”,
“Armageddon” o “El quinto elemento”. Pero debemos recordar que el actor que puso
de moda a los calvos venía de la comedia con series como “Luz de Luna” o películas como “Cita
a ciegas”. ¿Quién diría que ese señor que daba tan bien las réplicas a
Cybill Shepherd y Kim Basinger iba a convertirse en el reparte ostias oficial
de toda una generación? Es como si a día de hoy Jason Segel se convirtiese en
el nuevo Jason Statham…Una locura de esas que pasan una vez en la vida.
Pero Willis no
es lo único destacable del film, ya que junto al héroe brilla con luz propia un
villano: Hans Gruber interpretado por un novato Alan Rickman. El actor inglés
nos sorprende introduciendo en una película de acción de la era Reagan a un
malo más propio de los films de James Bond: el malo elegante. Un tío de punta
en blanco, capaz de recitar textos clásicos, pero que no se achanta a la hora
de cargarse a alguien a quemarropa.
Junto a unas
actuaciones ejemplares tenemos una dirección que funciona como un reloj. Detrás
de la cámara tenemos a John McTiernan, responsable de obras maestras del género
como “Depredador”, “Jungla de Cristal. La
Venganza” o “El guerrero número 13”.
Es un director especializado en dar cabida en pantalla a grandes repartos y a
rodar largas escenas de acción de la forma más clara posible. Aquí no hay una
cámara loca ni mil cortes por segundo. Podemos sentarnos tranquilamente y
seguir un tiroteo en la tradición del mejor John Woo.
Junto a la
dirección tenemos un guión de hierro, escrito al alimón por Jeb Stuart y Steven
E. de Souza, basado en la novela "Nothing
Lasts Forever" de Roderick Thorp. Este libreto nos regala lo que
vendrá a ser el ABC de las películas de acción de finales de los ochenta y toda
la época de los noventa: Por un lado personajes secundarios cachondos, y cuanto
más negros mejor, como el Sargento Powell
o el chofer Argyle. Por otro lado, un perfecto equilibrio entre las escenas de
acción y las conversacionales, para que el ritmo no decaiga. Y por último una
serie de chascarrillos y frases para que se queden en la memoria del
espectador. Y de esto último, “La jungla
de cristal” es un claro exponente ya que tenemos frases como “Yippi ka yey
hijo de puta”, “Ho ho ho, ahora tengo una metralleta” o “Si es asi como pasa la
Navidad, yo no me pierdo el año nuevo”.
En definitiva,
una película que se ha de ver si o si. Todo un ejercicio de estilo y una
lección sobre como crear una cinta de acción intergeneracional que no ha
envejecido ni un ápice desde aquel lejano 1988. Porque unas Navidades sin John
McClane, no serían unas Navidades completas.
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