Escribo estas líneas antes de entrar en al cine para ver la tan cacareada (y taquillera) "8 apellidos vascos", para así comprobar si en verdad es para tanto.
"Yo soy faraón".
Mientras estaba haciendo tiempo a que llegase la hora, he visto pasar por la venta una procesión de fieles cargando la representación de un Cristo con cara de hemorroides, entonando a su paso una cancioncilla sonora pero a la apenas entendía la letra.
El caso es que esto me ha hecho pensar en la Semana Santa. En cuántas veces, siendo yo un ñajo, acudía a procesiones acompañando a mis abuelos, la mayoría de veces en el pueblo mientras caía una lluvia helada típica de la zona de Sanabria, pero también me ha retrotraído a los días de ayuno en los que sólo comíamos bacalo (¿eso no es carne?) con torrijas y únicamente se programaban películas de temática religiosa en la televisión. De esos días conservo un gran recuerdo de varios films: "Rey de Reyes", "Barrabás", "La túnica sagrada" y "Los Diez Mandamientos", siendo esta última con la que mejor me lo pasaba, puesto que en su momento flipaba con sus efectos especiales, asombrosos a mis ojos de doce años, la interpretación de Charlton Heston y con la mala leche que gastaba ese Diox representado con una zarza ardiendo, al que no le temblaba el pulso cuando tenía que cargarse a cuanto niño egipcio se le pusiera por delante. Además, me ponía la churra dura Nefertiti...aunque eso es otra historia, el caso es que era una historia la cual me encantaba ver, aunque recuerdo que pocas veces la vi acabar, me quedaba en el principio y en las siete plagas, y no fue hasta años después cuando por fin pude ver el final de la odisea de Moisés y los suyos...y bueh, todavía no entiendo porque un ya canoso Moisés no puede entrar a la tierra prometida.
Los caminos del Señor son inescrutables, o eso o es un jachondo al que le gusta putear a sus subordinados.
Con el tiempo he llegado maravillarme con el trabajo desempeñado Cecill B DeMille, el cual realizó un trabajo hercúleo con esta película, que en realidad es un "remake" de otra versión muda que dirigió en los años veinte. Con un presupuesto colosal, un despliegue de medios a la zaga y un equipo artístico que contaba con los mejores actores de la época, DeMille creo una película colosal, que creó el género de "épica bíblica" como tal, sirviendo de ejemplo para proyectos posteriores.
A día de hoy, pese a lo desfasados que se encuentran sus efectos especiales y algunas interpretaciones muy de opereta, sigue siendo una obra clave en la historia del cine