Esta es la historia de dos locos
primos israelíes (aunque a decir verdad uno más que otro) que tan solo querían
hacer películas como las de Hollywood pero al margen de los estudios. Tenían
todo para conseguirlo: ganas, contactos, dinero, visión… Pero solo había una
cosa que les faltaba: Talento.
A grandes rasgos, este es el
argumento de este esperadísimo documental. Podríamos decir que el más esperado
de la década junto al “Jodorowsky´s
Dune”. Un documental hecho desde el
cariño a este tipo de películas de serie B. Esas películas que se les puede
poner el resobadísimo epíteto de malas pero divertidas, pero que en esta
ocasión le queda como un guante.
El documental nos cuenta en orden
cronológico las aventuras de Menahem Golan y Yoram Globus, como petaron el
mercado israelí con “Polo de limón” de
Boaz Davidson y su posterior aventura americana – que podríamos titular “Vente
a USA Menahem”- lleno de subidas y bajadas como si del Dragon Khan se tratara.
Detrás de esta cinta está un señor
llamado Mark Hartley, curtido en otros documentales que bucean en las cloacas
del género como “Not quite Hollywood: The wild, untold story of Ozploitation” o “Machete maidens unleashed!”. Es decir,
no estamos ante un advenedizo, si no ante la persona idónea para acercarse al
universo Cannon con cierto bagaje y con el callo suficiente para separar el
grano de la paja y conseguir un documental equilibrado y sobretodo divertido.
Uno de los puntos a favor del
documental es el hecho que aunque muchas veces la nostalgia haga acto de
presencia, no todo el rato se tiene la lengua en el ano de Golan y Globus. Si
el entrevistado en cuestión no tiene buen recuerdo, pues se dice. Si se piensa
que eran unos explotadores, pues se dice. Y si reniegas de una película y
quieres quemar ante la cámara la única copia que tienes de la misma, pues que
narices, se hace.
Lo cierto es que el documental tiene
su mejor virtud en que no es tanto una crónica de lo que sucedía sino que un
anecdotario. Aunque siga cierto orden cronológico salvo excepciones, cuando se
llega a una película se cuentan algunas anécdotas y chascarrillos sin necesidad
de saber mucho del argumento. Gracias a estos chismes sabremos de los ardides y
el talento no cinematográfico de Golan y Globus para vender una película solo
con un poster, de la jeta que tenían para poner tetas sin ton ni son o de lo
bonicos que eran al creer que Brooke Shields iba a ganar el OSCAR por “Sahara”.
Entre los contras que podrías sacar
al tema estarían en primer lugar la ausencia de una entrevista a Ana Obregón
cuando hablan de “Bolero” y el hecho
que al haber demasiado que contar y debiéndose centrar en el formato de
largometraje; Hartley entra muy pronto al trapo. Y en verdad, si no tienes
cierto bagaje sobre el tema Cannon es fácil perderse y no disfrutar con la
experiencia. Quizás hubiera sido más interesante tratar el tema como una serie
por capítulos, al estilo “Monty Python la
versión de los abogados”, pero no vamos a ponernos exquisitos a estas
alturas de la vida. ¿Cómo te puedes quejar después de ver a Golan meter a su
hijo recién nacido en un canastillo dentro de un carro tirado por caballos
porque necesitaban un bebe en cámara y no había pasta? ¿Cómo puedes renegar tras
ver las artimañas que hicieron para completar el casting de la saga Ninja? Y
¿Cómo podrías decir algo malo de estos dos después del discursito de Franco
Zeffirelli?
En definitiva, una película para los
que amamos el cine. Para aquellos que disfrutamos con cualquier película que
nos emocione aunque el resto del mundo diga que es una basura. Para aquellos
que nos frotamos las manos con los ninjas de colores. Para aquellos que nos la
metieron doblada en el videoclub del barrio. Para aquellos que pensamos que “Delta Force” es la mejor película de aviones
de la historia. Para los que pensamos que un concurso de pulsos es argumento
suficiente para una peli. Y sobretodo, para aquellos que pensamos que Electric
Boogaloo es el nombre más fardón que puedas imaginar para una peli.
No hay comentarios:
Publicar un comentario