Escribo estas líneas tras enterarme que mi Atleti ha ganado al Barcelona y se ha clasificado para cuartos de final de la Champions, así que disculpadme si estoy pletórico.
¡¡¡Atleti!!!
"Pesadilla en Elm Street".
Sí pequeños McFlys, el Festival FanTer de Cáceres ha acabado en un visto y no visto, dejando tras de si una buena cantidad de grandes títulos, cada uno de ellos capaz de ser el cabeza de cartel de cualquier festival que se precie. Todo un lujo para todos los asistentes de la sala Capitol, que pudieron disfrutar con títulos de la talla de "The Collector", "You´re the next", que se alzó como la ganadora del certamen, "The Woman" o "Cabin in the Woods". Pero, vista esta cantidad de "Pelulazas" ¿cuál ha sido el cabeza de cartel de este festival? Pues sin duda alguna el título más mítico, y el que, curiosamente, me toca comentar:
"Pesadilla en Elm Street".
Hablar de ella, sería hablar de una de las mejores películas de terror de la historia según los aficionados al género, y de uno de los personajes más incónicos del terror ochentero, que a día de hoy sigue presente en el imaginario colectivo, ya seas fan o no de la saga. Freddy Krueger, ese asesino con la cara derretida, garras en vez de dedos y que atacaba donde más indefensa estaba su víctima (sus propios sueños), no fue el primero de estos denominados iconos del terror, recordemos que antes de él están Michael Myers o Jason Voorgues, pero acabó por imponerse a ellos mediante su carisma e inigualable capacidad de soltar chistes mientras "despachaba" a una de sus desdichadas víctimas...pero adelantemos acontecimientos, que estamos por la primera y aquí todavía no era ese bufón escalofriante al que luego nos acostumbraron entrega tras entrega. No, aquí el Señor Krueguer es una máquina de matar, carente de sentimientos y con una especial predilección por los niñitos (lirili). Un acierto por parte de Wes Craven, que creó este film al aunar una experiencia que vivió siendo un niño - un vagabundo de aspecto siniestro que le miró fijamente -, y cierta noticia que leyó en la que se aseguraba la posibilidad de la muerte durante el sueño. Ambas anécdotas, unidas al nombre del abusón de su colegio, que era, como no, Freddy, dieron con ese toque mágico que pocas veces aparece en el director neoyorquino, creando una perfecta película que a día de hoy, con sus faltas, sobretodo en el apartado de efectos y algunas interpretaciones, sigue siendo una imprescindible y reivindicable muestra del mejor cine de terror.
A lo mejor a más de uno le quita de dormir unos días.
Un broche perfecto para un festival al que espero ir el próximo año...