¿No conoces
esta película? No pasa nada. Yo tampoco la conocía hasta que vi el documental “Killer Legends” y hablaban del asesino
de Texarkana y como realizaron una película que retrataba de forma más o menos
fidedigna los hechos. Y como año tras año los habitantes de Texarkana se reúnen
en un autocine –niños incluidos- para ver esta cinta, que ya forma parte de su
cultura local.
Esta película
es uno de los pilares de lo que en los 80´s se denominó como slasher, aunque también es cierto que es
uno de los más olvidados. Los aficionados siempre mencionan “Psicosis”, “Bahia de Sangre”, “Halloween” o
“El fotógrafo del pánico”; pero en
estas listas casi siempre falta esta cinta dirigida por Charles B. Pierce en
1976 –dos años antes que la fundacional cinta de John Carpenter-.
La película usa
el estilo documental para contar la historia de dicho asesino enmascarado y su actividad en Texarkana. Y aquí voy a
echar un órdago, me atrevería a decir que es la primera película americana con
asesino enmascarado para ocultar su identidad. Y dejo fuera de esta afirmación
tanto a Cara de cuero o a Norman Bates; ya que ellos ocultaban sus rostros por
otros motivos. Pero lo interesante de este estilo documental es que no entra
dentro del falso documental, ya que estamos ante un hecho real. Estaríamos
posiblemente, ante un primigenio “Crimenes
imperfectos” ya que la cinta sigue de manera detallada las andanzas de este
asesino hasta el –seguramente para la época- impactante final.
La cinta tiene
un ritmo lento y sosegado, tomándose tiempo para exponer al espectador el marco
de la población de Texarkana y la vida plácida de sus habitantes. Este recurso está
hecho para epatar al espectador cuando la sangre comience a correr en la
pantalla, ya que los asesinatos están descritos con mucho detalle. Resaltando el
asesinato junto al árbol efectuado con un trombón. Pero también es cierto, que
el director estira la película para llegar a los 90 minutos estándar,
rellenando el metraje con escenas de aparente comicidad aunque finalmente
quedan muy patéticas.
En cuanto a los
actores, están correctos pero ninguno resalta más que lo demás, al menos por
arriba ya que en las mencionadas escenas cómicas las dotes actorales de los
actores en cuestión quedan a la altura del betún.
En cuanto a la
dirección, esta es más que correcta. Charles B. Pierce sabe dónde colocar la cámara
y como poner nervioso al espectador en las mencionadas escenas de los
asesinatos. Aunque el buen uso del estilo documental no es algo que nazca en
esta película, ya que en anteriores películas del director, como “The
legend of Boggy Creek” donde usando este estilo –aunque en este caso más
cercano al mockumentary- trata de descubrir si es cierta o no la
existencia de un trasunto de Big Foot en un pantano de Arkansas.
En definitiva,
una película que es más importante por su componente histórico dentro del slasher que por el componente terrorífico.
Aún y todo, si le dais una oportunidad –y dejáis de lado las ya mencionadas
escenas pretendidamente cómicas- pasareis un buen rato coronado por un muy buen
final.
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