Como ya dije en el anterior artículo,
mi relación con las series ha sido de amor-odio, de altibajos. Momentos en los
que seguía cerca de veinte y momentos en los que no seguía ninguna. Cuando
comencé a ver “True Detective” estaba en esta última posición. Y gracias a los
buenos momentos que me ha hecho pasar, me ha vuelto a morder el gusanillo
seriefilo.
También es de recibo decir que esta
serie la vi cuando ya estaba completa y el run
run boca-oreja explicando todos los parabienes de esta serie copaban
Internet. Así que, por un lado ya iba predispuesto a ver algo de calidad y por
otro, pude disfrutar esta serie de la forma en que fue concebida, verla sin
interrupciones y sin esperas semanales –no en vano, los cliffhangers son casi inexistentes-.
Pero antes que nada: ¿De que va “True Detective”?. La premisa es
sencilla: En un pueblo de Luisiana se encuentra a una chica asesinada y se envían
a dos inspectores; Rust Cohle (Matthew McConaughey) y Martin Hart (Woody
Harrelson). Este podemos decir que es el eje central, ya que la trama se divide
en 3 arcos temporales: 1995, 2002 y 2010. Y para no entrar en spoilers ni
destripar nada, no voy a contar nada más de la trama.
Ahora bien, es posible que la trama
nos recuerde a “Twin Peaks”. No en
vano, tiene algunos paralelismos: una chica muerta, un pueblo perdido,
investigadores foráneos, habitantes cuanto menos extraños. Pero si en la serie de
David Lynch teníamos algunos alivios cómicos ante tanta sordidez – me viene a
la mente Andy, el ayudante del sheriff-, en este “True Detective” no hay estos respiros. Todo es malsano y sórdido…
no hay nada que se escape de los pérfidos brazos del Yellow Ki…. Ups perdón… Me
callo ya.
Sin duda, lo mejor de la serie es su dúo
protagonista. Aún a riesgo de no ser original, voy a alabar las
interpretaciones, tanto de McConaughey, como de Harrelson. Lo del primero ya es
digno de estudio. Para mí, siempre fue el idiota que me amargó un viaje en tren
Valencia-Madrid con “Sahara”. Pero ahora
parece que la maldición gitana que tenía el tejano se ha disipado y el llamado
tiempo a el nuevo Paul Newman, ha
superado al actor de los ojos azules en tan solo tres años. Desde su papel en “Kill Joe” de William Friedkin,
McConaughey ha encadenado grandes intrepretaciones; destacando sus 10 minutos
en “El lobo de Wall Street” –donde se
come con patatas a un DiCaprio en estado de gracia- y su papel oscarizado en “Dallas Buyers Club”. Y ahora se desata
como un camaleón en la piel de esta Rust durante los 17 años de horquilla
temporal que tiene la serie. Su actuación es simplemente magistral y llena de
matices: esa forma de abrir su enorme libreta, la manera en la cual se queda
con la mirada fija en ventanas, el arrastre de las palabras con su fuerte –pero
entendible- acento tejano… No he visto “Breaking
Bad”, pero para que Bryan Cranston le haya ganado premios interpretativos a
McConaughey estoy seguro que su Walter
White debe ser legendario. Y luego tenemos a Harrelson. Sin duda es el más mal
parado de los dos. No por el hecho que lo haga peor que McConaughey, si no todo
lo contrario, ya que tiene momentos para el recuerdo –como la escena de los
guantes y los dos chavales en el calabozo-, pero en mi opinión el personaje de
Rust Cohle es más agradecido que el que Harrelson interpreta. No obstante el también
tejano Harrelson nos regala una interpretación de altura. Espero que continúe
por esta senda, ya que durante los últimos diez años ha tenido interpretaciones
más que solventes – “The Messenger”,
Transsiberian”- y otras en las que realiza papales de secundarios caricatos
no faltos de carisma –“Los juegos del
hambre”, “2012”- Pero vamos, todos tenemos que comer.
Tras esto vienen un grupo de
secundarios con muchas menos presencia ya que Harrelson y MCConaughey son los
protagonistas absolutos de la función. Resaltarían Michelle Monaghan como la
sufrida esposa de Marty Hart, Michael Potts y Tory Kittles como los agentes que
reabren el caso. Y ¿Cómo dejar de lado a Alexandra Daddario?, que aunque ya la había
descubierto en la saga de Percy Jackson aquí aborda un personaje que no
olvidaremos en mucho tiempo.
En cuanto a la creación de la serie,
hay dos nombres: el escritor Nic Pizzolato y el director Cary Fukunaga. En
cuanto al primero, es un escritor y guionista casi novato y que escribe con un
estilo muy particular y amoldándose a un numero de capítulos atípicos para la
televisión americana -8 capítulos-, crea un universo al que por un lado no
puedes dejar y por otro nunca querrías estar allí. Y sobretodo destacar como
trata la evolución de los personajes. Como ya he dicho, tenemos 3 líneas
temporales, pero en ningún momento aparece el típico cartelito indicando el
cambio de fecha. Los encargados de resaltar estos cambios, por un lado son los
interpretes con sus cambios físicos –melenas, barbas, barrigas…- pero también las
conversaciones que tienen. No ocurre como en otras ficciones que usan líneas temporales,
si hay una conversación en 1995, esta no es intercambiable por una de 2012 ni
viceversa.
En cuanto a Fukunaga, otro casi
novato, decir que hace un trabajo encomiable. Aunque es de recibo añadir que
tiene sus momentos de marcapaquete.
Es decir, realiza grandes angulares o planos secuencias que no aportan mucho a
la cámara, si no por puro lucimiento. Pero estos momentos fardones –que seguro
que tendrán sus seguidores- son pocos y en ningún momento deslucen el conjunto.
Un aspecto destacable de la serie
sería su ritmo: Es deliberadamente lento. Está lleno de planos secuencia, viajes
en coche, grandes angulares con gente andado. Si uno va sobre aviso no le
molestará –y esta lentitud se ve recompensada a partir del tercer capítulo-
pero si esperas algo estilo “Seven”
puede que la serie te tiras hacia atrás.
Otro aspecto destacable es su
narrativa. Se juego a nivel narrativo a dos bandas: por un lado tenemos el caso
en sí, y por otro lado las relaciones entre los detectives y el mundo interior
que le rodea. El peso de la trama va fluctuando de una banda a otra de forma
magistral, ya que cuando comienza a darte muchos datos e incógnitas respecto al
caso, la trama cambia a una escena doméstica para que puedas digerir el aluvión
de datos dados minutos antes.
En resumidas cuentas –y sin entrar en
territorios de spoiler, cosa que haría de esta reseña algo muy largo de leer-. Una
serie que hay que ver. Quizás no estamos ante la obra maestra que va a cambiar
la televisión que nos quieren vender, pero sin duda estamos ante un producto
con empaque, magistralmente interpretado y con el que pasarás 8 horas de
tensión y con ganas de más… Que no es decir poco.
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