Septiembre.
El largo lunes del año.
El mes en el que todo es gris, la tortura que supone vuelta al cole/trabajo/cola del paro, reina la apatía y lo peor, ¡¡por la tele salen los niños del corte inglés!!
Casi podría decirse que las puertas del infierno se han abierto y Satán junto a sus siervos (sobretodo por esos grimosos bastardos) hacen de nuestra una existencia un calvario aún mayor si cabe. Como nosotros en McFly somos muy listos, hemos sabido ver esas señales del maligno...y como somos unos acojonados muy listos, hemos decidido rendiremos ante él y preparar este Sataembre (molón el nombre, ¿que no?) en el que, quizás cada día, quizás cada semana, comentaremos una película sobre el maligno, a ser posible alguna que no hayáis visto para así picar vuestra curiosidad...y que la veáis, coñe.
Hoy, como uno de septiembre que es, os traigo La monja poseída, una producción de la Hammer, dirigida por Perer Sykes (Demonios de la mente), con Christopher Lee (¿este tío siempre ha sido viejo?) junto a una jovenzuela Nastassja Kinski.
Posesa. Pos eso.
Bajo ese ridículo título de La monja poseída (mejor el original To the Devil a Daughter), se nos cuenta la historia de como una joven novicia (Kinski apuntando maneras) que ha vivido toda su vida entre los muros de un claustro germánico, viaja a Londres con un importante cometido. En el aeropuerto es abducida por el escritor John Verney (Richard Widmark, perfecto como un imposible héroe), que bajo órdenes del padre de la chica, debe ocultarla a un peligroso grupo satanista.
Producto típico de la Hammer, basado a en una novela de Dennis Wheatley, en donde se expone que lo único que impide que el diablo gobierne sobre la tierra, es no abandonarse al ateísmo y creer plenamente en la iglesia (!!!). Si obviamos ese mensaje tan...TAN, encontramos un film que en verdad no está mal. Durante su escasa hora y media consigue ser bastante entretenido, conteniendo apuntes bastante curiosos como esas técnicas de hipnotismo que utiliza el personaje de Christopher Lee (inmenso como siempre) para sugestionar a cuanta persona se le ponga por delante, con plano incluido de sus ojos, siempre infernales, o las visiones delirantes que acosan a los protagonistas, como ese ¿bebé? deforme y sanguinolento que se le mete a Kinski por el bajo vientre.
En cuanto a muertes, la cosa está bien surtida, y encontramos cosas tan audaces para su época, como la muerte de embarazadas - una de ellas reventada desde dentro - o bebés sacrificados, además de combustiones espontáneas que convierten a la gente en carbonilla en un abrir y cerrar de ojos.
El final fue cambiado a última hora por el propio Sykes en favor de uno de mayor ambigüedad, y en el que encontramos un vergonzoso final para uno de los protagonistas. En serio es para ver la cara que pone el actor, supongo que dándose cuenta de lo triste que acaba resultando su muerte.
En resumidas cuentas, no es la mejor de la Hammer ni de lejos, pero entretiene gracias a sus actores y a su falta de escrúpulos.
Nota: 6
¡FELIZ SATAEMBRE!
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