Hoy traigo un
clásico, una de esas pelis incontestables de las que me vuelvo un auténtico talibán
si escucho a gente que habla mal de ella. Uno de esos westerns modernos y
urbanos, que vi en un momento en que odiaba con toda mi alma el género, fruto
de prejuicios adolescentes sin base ni fuste.
Por supuesto,
el maestro de la función es John Carpenter, mi director favorito a mi pesar.
Digo a mi pesar, por que me gustaría darme el pisto diciendo que mi director
favorito es Scorsesse, Von Trier o Amos Gitai, pero me tengo que quedar con el
feo bigotón, por que me he visto todas sus pelis, y todas me encantan. Por lo
tanto, bienvenido John Carpenter a mi Olimpo privado directoril.
Carpenter es un
tío que sabe lo que hace, y sabe que lo hace bien. No creo que tenga un ego muy
grande, aunque el hecho de poner la
coletilla de “John Carpenter´s” antes de los títulos de sus obras también nos
muestran que el John no tiene abuela.
Empezamos la
peli, y tenemos ya la música de sintetizador que posteriormente haría mítica en
otras pelis como “Halloween” o “La niebla”. La melodía ya nos pone en
tensión. Tampoco voy a ponerle medallas a Carpenter, diciendo que fue el
primero en hacer esto, ya que Argento lo hacía con los integrantes del grupo I
Goblin, pero John no lo copia, si no que lo lleva a su terreno para hacerlo
suyo, hacerlo casi una marca de la casa. Porque Carpenter es un tío que sabe lo
que hace, y sabe que lo hace bien. No creo que tenga un ego muy grande, aunque
el hecho de poner la coletilla de “John
Carpenter´s” antes de los títulos de sus obras también nos muestra que John no
tiene abuela.
El argumento es
bastante sencillo: En la ciudad hay un montón de bandas –estilo “The Warriors”- que han sido tiroteados
por policía en un acto que parecía más ejecución sumaria que una detención.
Entre los supervivientes, se reúnen y asaltan la comisaría más cercana. Esta
comisaria resulta que está siendo desmantelada, y entre la gente que quedan,
está un oficial novato, las secretarias y un grupo de presos que estaban de
camino al penal. Todos estos deberán unirse si quieren salir con vidas.
Ciertamente, no es el mejor argumento o el más novedoso –ya que está influido
sin pudor por “La noche de los muertos
vivientes” de George A. Romero o “Rio
Bravo” de Howard Hawks, directores a los que Carpenter venera-, pero el
director, como en la banda sonora, lo lleva a su terreno aguantando el ritmo y
la tensión como pocos realizadores son capaces.
Analizando el
reparto, podemos ver alguna cara familiar: Tony Burton – el entrenador de
Apollo Creed y luego de Rocky en la famosa saga-, o Charles Cyphers y Nancy
Loomis –que aparecerían en otras pelis de John Carpenter-. Pero el que se lleva
la función es Napoleon Wilson. Este personaje, interpretado por el finado
Darwin Joston, es un proto-Plisken, con sus chascarrillos, sorna y todo lo que
un antihéroe carpenterniano debe poseer.
Entre algunos
puntos a destacar está la violencia descarnada, ejemplificada con la escena del
disparo –en pantalla- a la niña y que dará comienzo a la pesadilla. También
mención especial a la no personalización de los pandilleros, pareciendo un
enjambre de avispas que van a entrar a conquistar la guarida de su
presa/enemigo.
La película tiene
un buen ritmo, para la época, sin muchos alardes técnicos –no había dinero para
hacerlos-, pero en ningún momento tienes la sensación de estar viendo una peli
cutre o un quiero y no puedo.
En resumidas
cuentas, un clásico en toda regla que todo el mundo debería de ver al menos una
vez en la vida. Sobretodo recomendada para todos aquellos fans del western y de
los antihéroes que poblaron el cine de acción de los 80´s y 90´s.
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