Desde los
inicios del cine de terror hemos sufrido la amenaza de muchos animales en grupo
tratando de acabar con sus enemigos humanos: Aves (“Los pájaros”), insectos (“The
swarm”), peces (“Pirañas”)… Pero
nunca nadie había tratado de llevar al terreno del terror a unos animalillos en
apariencia tan tranquilos y poco inquietantes como los castores. Ay amigos…
ahora si que vaís a sufrir.
¿Por dónde
empezar? Quizás con el referente más cercano temporalmente: “Piranha 3D” y “Piranha 3DD”. Harto estoy de todos los mazazos que se han dado
contra estas dos películas, sobretodo la segunda. Son dos filmes sin
pretensiones que tan solo quieren con un poco de casquería y mucha
autoreferencia reírse de una situación en apariencia terrorífica. Pues
comparados con “Zombeavers” son obras
maestras del terror cómico.
La película
comienza con la mejor escena –y que da falsas esperanzas al espectador- en la
que hay dos paletos en una furgoneta con desechos químicos, que por culpa de su
torpeza acaban lanzando un bote con desechos a un lago donde están los castores
de turno, los cuales se verán alterados genéticamente por la morralla nuclear. Paralelamente
llegan los típicos universitarios gilipollas que se encontrarán con los
castores y se enzarzarán en una guerra sin cuartel.
A partir de este
momento comienza una panoplia de chistes malos –sobretodo debido a que beaver es el equivalente inglés al
conejo castellano de toda la vida-, muñecajos hechos con los desechos de un
programa de Art Attack y una ristra de pseudo actores que no son más que
carnaza para los animalitos del título.
Existe una
palabra que se podría utilizar para acuñar esta peli y que a todas luces no debería de
aparecer. Esta palabra es aburrimiento. ¿Cómo puede ser aburrida una peli con
unos bichos zombies que pueden nadar, hacer túneles, saltar y que tienen unos
dientes enormes? ¿Cómo puede ser aburrida una película que tiene a tres pedazo
de hembras en biquini –o menos que eso- durante la mayor parte del metraje?
¿Cómo puede ser aburrida una película de 65 minutos? Hay que darle un premio a
Jordan Rubin, porque lo ha conseguido.
Una película
que aparentemente tenía todo para ser un pequeño clásico, un “Tucker and Dale VS Evil” pero con animales
alterados en vez de rednecks, pero
todo se queda en un cartel atrayente y en un hype twittero que nos demuestra que no es oro todo lo que reluce.
En términos de
dirección, tenemos un film sin alma. Parece que lo haya creado alguien sin amor
por el género que ávido de parné y viendo que este tipo de películas funcionan
medianamente bien si puedes colarlas en algún festival, ha hecho lo primero que
se le ha pasado por la cabeza. Y tal como lo hizo así lo dejó. Citando a Johnny
Depp en “Ed Wood”: ¡¡¡ A positivar!!!
Pero lo peor no
es su dirección, si no su guión. El supuesto libreto es la cumbre del cuñadismo
y la referencia mal entendida. De lo que nos hemos librado, ya que si la película
hubiera sido en 3D, estoy seguro de que los codazos de complicidad de los
guionistas –si, guionistas. Tres personas han sido necesarias para parir esta
mierda- traspasarían la pantalla para darnos en las costillas mientras oiríamos
por lo bajini un “¿ Lo has pillao? Eh eh. Es bueno el chiste ¿eh?”. Lo dicho,
una historia con cero gracia, unos diálogos de vergüenza ajena – en los títulos
de créditos finales descubriremos que la escena simpática del principio que
dije antes era completamente improvisada, así que el mérito es de los actores que
interpretan a los paletos- y una construcción de personajes que hace que “La casa de Mickey Mouse” sea a su lado “Juego de Tronos”.
Y llegamos a la
sección donde nos toca hablar de los actores, o en este caso cachos de carnes
con ojos que repiten frases sin ninguna gracia y realizan acciones sin fuste
alguno. Pero en honor a la verdad habría que hacer una diferenciación entre
actrices y actores. En cuanto a las primeras, es cierto que interpretan a
personajes más planos que un posavasos pero por lo menos tienen presencia –y no
me refiero solo a que queden muy bien en biquini-, si no que saben gritar o
reaccionar en pantalla o al menos lo intentan. En cuanto a los actores, siguen
los estereotipos de este género – el incomprendido, el gracioso y el atleta-,
pero son tan deleznables que hasta parece que el director sea consciente de
ello y trate de matarlos a las primeras de cambio.
En resumidas
cuentas, una película para olvidar, con una dirección vacía, un guión sin
sentido –¿A qué viene ese giro mutante hacia el final de la cinta?- y unos
actores que debería replantearse su futuro. En definitiva, no la vean. No digan
luego que no les avisamos.
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