Monuments Men (2014)

  
En los albores del fin de la 2ª Guerra Mundial, un grupo de artistas y estudios del arte, tanto americanos como europeos, tienen la misión de recuperar las obras de arte perdidas, dañadas o expoliadas por los nazis, durante la guerra. Como se dice inspiradoramente en el film: “Si destruyes toda una generación de cultura de la gente, es como si esta nunca hubiese existido”.

George Clooney dirige, coescribe junto con Grant Heslov (su coguionista habitual) y coprotagoniza (como es habitual), su nueva película, Monuments Men, un trasunto moderno de las películas de “comandos” en la II Guerra Mundial, tipo Doce del Patíbulo, o Los Cañones de Navarone (por decir dos de las más conocidas).


Como ya hiciera antes, de igual manera que Los Idus de Marzo no era una película de política (o solo sobre política), ni Ella es el Partido una película de fútbol americano (o de superación deportiva), Monuments Men no es tanto una película de la II Guerra Mundial, como una variante bélica de una Heist Movie, al más puro estilo de las Ocean’s Eleven/Twelve/Thirteen con las Clooney ya está familiarizado.

Y hay que decirlo ya, el experimento, no sale bien. No porque el género no lo permita, o alguna otra razón propia de un purista; ahí está ese pastiche que es Los Violentos de Kelly, y funciona como película perfectamente. El fallo es más simple (y puede que por ello, mas grave), y es que simplemente, Clooney no sabe qué historia cuenta o como contarla. La película discurre en todo momento entre su dos referentes (Comandos/Heist movies) sin encontrar el equilibrio que debería entre los dos. Navega entro lo grave y lo banal, lo serio y lo gracioso, entre lo trágico y lo cómico, sin resultar en ningún momento “tragicómica”. Intentaré ser más específico para los que no quieran aguantar mis divagaciones (de igual manera que no quieran aguantar las de Clooney).


Clooney y Heslov en ningún momento parecen sentirse cómodos con la coralidad del relato, siendo esto traducido en imágenes en las que se ve “limitado” por el clasicismo a unas inconexas tramas paralelas, la más floja de ellas, por ser incapaz de trasmitir la importancia de los hechos que esta narrando, la de Matt Damon y Cate Blanchett, siendo la mejor probablemente, la de Bill Murray y Bob Balaban, que incluso llega a dejarse llevar por cierta complicidad desarrollada entre los intérpretes.

Una fotografía que poco pude aportar al género, preso a su vez de lo expuesto en su día por Janusz Kaminski en Salvar al Soldado Ryan, y una partitura en la que Alexandre Desplat, en contra de lo que es habitual en él, no sabe moverse entre el leiv motiv clásico de fanfarria y los arreglos “amenos” que hubiese necesitado un trabajo de esta índole, ayudan a percibir la película como un quiero y no puedo por parte de sus responsables.


No se equivoquen, Clooney no se ha olvidado de dirigir (o no quiero transmitir esa impresión. No me lo parece). Prueba de ello es la excelente escena que tiene él mismo con el oficial alemán capturado, o lo bien que maneja la tensión en la secuencia en la que uno de los personajes se ve atrapado al pisar una mina y que resuelve finalmente de manera humorística. Simplemente es que no ha conseguido esa misma continuidad para con toda la película, quedando emparentada con esa otra heredera de los mismos referentes que era Malditos Bastardos, que siendo la de Tarantino mejor (mas allá de más justa con lo violento del género del que bebe o mas disfrutable), también aquejaba de cierta disfuncionalidad en su conjunto como película, si bien de manera aislada, cada secuencia era “perfecta”.

Queda lamentar simplemente lo que pudo haber sido, y no fue, pues la historia, no deja de transmitir en ningún momento lo impresionante del relato histórico en que se basa la película, la cual se conforma en ser poco más que una película (otra más) sobre la segunda guerra mundial, para las grandes salas de cine.

Una historia apasionante contada de manera desapasionada.