¿Por qué ya no funciona el terror?


Alentado por el amiguete Daniel, autor del anterior post que debéis leer sí o sí, cambio de tercio tras una temporada dedicándola exclusivamente a las críticas de cine, y vuelvo nuevamente a escribir estas reflexiones que no me dejan pegar ojo durante las noches. Bueno, en realidad duermo como un bebé al que le han dado valium, pero sí quiero volver a los orígenes de la página, y que mejor manera de volver que de la mano de mi género favorito.
Si amiguitos, de nuevo voy a hablar del terror. Ese género tan nuestro que nos hace conmovernos, cabrearnos, emocionarnos, entusiasmarnos, aburrirnos y aterrorizarnos, aunque he de decir que ese último objetivo últimamente no lo consiguen muchas películas, por no decir ninguna.
Pese a que hoy en día se emplean todos los giros de guión habidos y por haber, todas las escenas de tensión, los golpes de sonido que te perforan los tímpanos, mala baba en sus escenas, o incluso su nivel de truculencia llega a tal nivel que harían vomitar a un cerdo, contemplamos sin apenas inmutarnos esta clase de películas como si se tratasen de un divertimento más, y no el acto de masoquismo que se presupone que es. Por desgracia, ya quitando que se ha rebajado bastante el nivel de crudeza (sólo hace falta ver algunos remakes que se facturan y compararlos con el original), los espectadores que a día de hoy ven esta clase de películas están curtidos tras años de constantes burradas que han desfilado en continuo tras la pantalla.
Es decir, algo que que antes hubieran hecho cagarse en la butaca a media platea, ahora directamente nos aburriría.
Bueno, esta terror terror...pero como mola la portada

Pero, ¿a qué se debe esto?
Es cierto que en esta llamada "Era de la (des)información" estamos siendo continuamente bombardeados por imágenes que, por decirlo suavemente,  superan de ancho a las que solemos ver en la ficción. Si no os lo creéis, por favor, os animo a poner el telediario/programa de Telecinco y veréis lo que es canela, aunque si indagamos más, esto no acaba de justificar (en parte) que en en algunos casos, no es raro ver que en una película dónde un asesino masacra, en el gráfico sentido de la palabra, a una panda de adolescentes, este llegue a provocar la risa colectiva entre los espectadores.
Entonces, ¿es cierto que nos hemos vuelto insensibles película tras película, hasta el punto de ser capaces hasta reírnos de las burradas que ocurren en la pantalla? Esa pregunta podría ser afirmativa si se ve en un primer momento, pero no, yo opino que la verdadera raíz de esta historia viene de lejos. Durante el ya lejano boom que se produjo en el género durante los años ochenta, concretamente, con las secuelas de "Pesadilla en Elm Street" (Wes Craven, 1984), "Pesadilla en Elm Street: La venganza de Freddy (Jack Sholder 1985), y lo que aconteció con la figura de su verdadero protagonista.
El icónico Freddy Krueger.


"Welcome to primetime, bitch!"

Instaurado ya en el imaginario colectivo, el matarife de la calle Elm adquiere en la tercera entrega de sus correrías una nueva personalidad. Más ácido, cínico, con instantes de puro humor (humor negro eso sí), además, poco a poco sabíamos de su vida previa a convertirse en el monstruo que era ahora, así que de este "nuevo" Freddy poco queda de la amenaza que era en las primeras entregas; seguía siendo un asesino cruel y despiadado, sin duda, pero definieron su personalidad en tal grado, que su sola presencia era carismática. Este carisma traspasó la pantalla, e hizo que a los espectadores les empezase a caer bien este "cara de pizza" con jersey, llegando incluso al punto de querer que se cepillase a esos niñatos/carnaza y que ganase de una vez él.
Las otras productoras, que no son tontas del todo, vieron el filón comercial que supone la estrategia de convertir al asesino de marras en un personaje más complejo y desarrollarlo, o incluso de llevarlo al terreno de la comedia negra. Las salas se llenaban porque, en mayor o menor medida, los espectadores podían identificarse con el propio asesino. Ya no se buscaban más sustos elaborados, únicamente los necesarios, y ya no existía una atmósfera sobrecogedora que hiciese entrar al espectador en materia, ahora se reclamaban más entregas en las que se explotase la figura del psicokiller. Así que ni cortos ni perezosos, las cabezas pensantes de los estudios se pusieron manos a la obra y comenzaron a "probar", lo aprendido con Freddy en otras sagas del género, como son "Viernes 13", "Halloween", "Re-Animator", "Evil Dead" o "El muñeco diabólico".  El problema que causó esta tendencia fue que a estos "monstruos" modernos se les empezó a conocer bien, incluso llegábamos a saber de su pasado en algunos casos, dejando de intentar que estos diesen un miedo de verdad, y ya sólo contase el número de cadáveres. Esto acabó por hacer que el género entrase en un estancamiento de tal magnitud que a día de hoy aún seguimos notando sus secuelas. 
El caso es que esto ya pasó en su día con los monstruos de la Universal, a pequeña escala eso sí,cuando al productor de marras vio que estaban gastados y se las ingenió para juntarles con Abbott y Costello y así se pudo seguir explotándolos desde otro terreno, lo mismo que aquí, sólo que ahora es menos obvio, puesto que a esta situación nos hemos ido acostumbrando.
Claro está que aún quedan honrosas excepciones que salen del saco en ocasiones. Si no ahí tenemos a James Wan que aún conserva ese don para hacer que se nos escape un grito, o incluso la nueva hornada de directores de terror estadounidense, como Ti West y con la saga "V/HS" como bandera, que intentan recuperar ese aire de terror clásico y primigenio, en el que sí se sabe explotar la tensión del espectador, y que no intentan asustarnos constantemente con un golpe de sonido o el desmembramiento de un pobre gilipollas random.

Cuanto menos se sabe de algo más miedo te da, esto es así, y hasta que esta frase no vuelva a sonar entre los autores del género, pues tendremos lo mismo sólo que contado de manera diferente.

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