Vaya faena… me estreno en McFly con “El lobo de Wall
Street”… ¿marronazo? Para nada, todo un placer, un comienzo a lo grande sin
duda. Tal vez me habría gustado haber empezado con algo más ligerito e ir
subiendo escalones hasta llegar a la pieza que nos ocupa, más tranquilamente,
algo así como Jordan Belfort hizo con su imperio. No hay tiempo para lamentaciones, vamos allá.
Que Scorsese
es un auténtico lobo de Hollywood es totalmente indiscutible para nadie. Tipo
consagrado, respetado e influyente de la industria cinematográfica donde los
haya el neoyorkino de 71 años (ahí es nada) consigue con su último film pegar
un puñetazo sobre la mesa. Un puñetazo de los que desordenan todo, todo lo
anterior realizado que se encontraba sobre el tapete. Pero ojo, es un desorden
placentero y disfrutable. El poder del caos, caos perfectamente rodado.
A estas
alturas de su vida Martin ha realizado su caos personal, su película más loca,
macarra y voraz, que es capaz de devorar sin piedad al espectador y engancharlo
hasta el límite. Utilizando la misma fórmula que en “El aviador”: Millonario
excéntrico encarnado por el genial Leonardo DiCaprio, ésta vez somos testigos
del “alzamiento” del personaje; de tener una vida modesta y de clase media a
convertirse en un acaudalado empresario sin escrúpulos transformado en una
máquina de hacer dinero constante y poseedor de una gran belleza por mujer. La
moraleja la conocemos todos de sobra gracias a obras de similar calibre
artístico, véase: “Scarface” o alguna que otra producción del mismo Scorsese.
Materialismo puro y duro, infidelidades, drogadicción y vicio, descuido total
de la familia y demás acciones moralmente dañinas son la gran denuncia. Si muy
visto lo sé, pero gracias al buen hacer
de Scorsese & co. se les sabe sacar un gran partido irónico a los hechos y
hacer de las desgracias familiares, adicciones, fraudes, orgías y demás un auténtico
divertimento, un desmadre cinematográfico rodado con nervio y visualmente con
una potencia equivalente a la de cualquier F1 de equipo oficial. Hablando de
nervio, Leonardo DiCaprio, el incombustible actor no se cansa de dejar claro
que es uno de los trabajadores que más en forma se encuentra en el Hollywood
actual y con “El lobo de Wall Street” no hace sino dejar más clara si se puede
esta afirmación y le hace merecedor de un
premio Oscar ¡Ya! La fuerza interpretativa y la excesiva improvisación
que implanta en la cinta el californiano es un reflejo perfecto del abuso que
en su día llevo el personaje que se desempapela en esta función, Jordan
Belfort. Basada en hechos reales y siendo un guión adaptado de una novela
autobiográfica escrita evidentemente por el mismo Jordan Belfort es de
agradecer que el film haya tirado por los derroteros de la comedia y sátira mas
desorbitada sin darle la espalda al éxito taquillero con el que desde un
principio se contaba para la película. ¿Exagerada? Para nada, muestra las
consecuencias del exceso de forma magistral pero el que piense que esta es una
película exagerada siento decirle que no sabe disfrutar del buen cine. Por
ponerle un pero, se me hizo especialmente molesta la frenada que pega el
metraje a más o menos una media hora del final de la cinta. Una estancada en
seco, llevada a cabo con el freno de mano y que te deja una sensación agridulce
y tosca, es posible que fuera lo que tocaba, lo que la historia pedía, pero jo,
yo ya había cogido esa dinámica de despelote y descontrol que tanto me
entusiasmaba y es como si me hubiera
quitado la piruleta a medio terminar. Hay un amago en el que parece que todo
volverá de nuevo al caos y a la gloria cinematográfica que anteriormente se nos
narraba, pero mero espejismo. Supongo que así son las historias reales, no todo
puede brillar para siempre, como la fortuna del señor Belfort. Aunque ignoro si
la historia es del todo verídica, como por ejemplo el naufragio del barco en el
que se encontraba el señor DiCaprio, aunque supongo que esto ya no le
sorprenderá a nadie… Tampoco acaba de explicarse con total claridad cuáles son
las artimañas ilegales llevabas a cabo por los protagonistas para ser
perseguidos tan implacablemente por los miembros del siempre molesto F.B.I.
pero lo que también es cierto es que cuando todo termina te quedas con la
sensación de “¿Y qué? No necesito saberlo”. No me puedo marchar sin hacer una
mención especial a Jonah Hill interpretando ejemplarmente al orondo amigo de
Belfort que le ha seguido desde sus inicios, ambos salieron juntos del cascarón
en el negocio que más tarde los haría multimillonarios. Ese papel, ese
personaje le da fuerza y alas a la cinta cuando está más lo necesita, el
secundario perfecto. Tal vez unos pasos por detrás de Quint en “Tiburón” eso
sí… En definitiva una recomendabilísima cinta basada en hechos reales, de lo
mejor que ha salido de la mano de Mr. Scorsese, y que nadie debería perderse.
Tres horas invertidas en aprendizaje, buen gusto, locura cinematográfica
placentera y sobre todo divertimento sin límites.
La referencia a Tiburón que no falte!
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