El lobo de Wall Street (2013)


Vaya faena… me estreno en McFly con “El lobo de Wall Street”… ¿marronazo? Para nada, todo un placer, un comienzo a lo grande sin duda. Tal vez me habría gustado haber empezado con algo más ligerito e ir subiendo escalones hasta llegar a la pieza que nos ocupa, más tranquilamente, algo así como Jordan Belfort hizo con su imperio. No hay tiempo para lamentaciones, vamos allá.


Que Scorsese es un auténtico lobo de Hollywood es totalmente indiscutible para nadie. Tipo consagrado, respetado e influyente de la industria cinematográfica donde los haya el neoyorkino de 71 años (ahí es nada) consigue con su último film pegar un puñetazo sobre la mesa. Un puñetazo de los que desordenan todo, todo lo anterior realizado que se encontraba sobre el tapete. Pero ojo, es un desorden placentero y disfrutable. El poder del caos, caos perfectamente rodado. 
A estas alturas de su vida Martin ha realizado su caos personal, su película más loca, macarra y voraz, que es capaz de devorar sin piedad al espectador y engancharlo hasta el límite. Utilizando la misma fórmula que en “El aviador”: Millonario excéntrico encarnado por el genial Leonardo DiCaprio, ésta vez somos testigos del “alzamiento” del personaje; de tener una vida modesta y de clase media a convertirse en un acaudalado empresario sin escrúpulos transformado en una máquina de hacer dinero constante y poseedor de una gran belleza por mujer. La moraleja la conocemos todos de sobra gracias a obras de similar calibre artístico, véase: “Scarface” o alguna que otra producción del mismo Scorsese. Materialismo puro y duro, infidelidades, drogadicción y vicio, descuido total de la familia y demás acciones moralmente dañinas son la gran denuncia. Si muy visto lo sé,  pero gracias al buen hacer de Scorsese & co. se les sabe sacar un gran partido irónico a los hechos y hacer de las desgracias familiares, adicciones, fraudes, orgías y demás un auténtico divertimento, un desmadre cinematográfico rodado con nervio y visualmente con una potencia equivalente a la de cualquier F1 de equipo oficial. Hablando de nervio, Leonardo DiCaprio, el incombustible actor no se cansa de dejar claro que es uno de los trabajadores que más en forma se encuentra en el Hollywood actual y con “El lobo de Wall Street” no hace sino dejar más clara si se puede esta afirmación y le hace merecedor de un  premio Oscar ¡Ya! La fuerza interpretativa y la excesiva improvisación que implanta en la cinta el californiano es un reflejo perfecto del abuso que en su día llevo el personaje que se desempapela en esta función, Jordan Belfort. Basada en hechos reales y siendo un guión adaptado de una novela autobiográfica escrita evidentemente por el mismo Jordan Belfort es de agradecer que el film haya tirado por los derroteros de la comedia y sátira mas desorbitada sin darle la espalda al éxito taquillero con el que desde un principio se contaba para la película. ¿Exagerada? Para nada, muestra las consecuencias del exceso de forma magistral pero el que piense que esta es una película exagerada siento decirle que no sabe disfrutar del buen cine. Por ponerle un pero, se me hizo especialmente molesta la frenada que pega el metraje a más o menos una media hora del final de la cinta. Una estancada en seco, llevada a cabo con el freno de mano y que te deja una sensación agridulce y tosca, es posible que fuera lo que tocaba, lo que la historia pedía, pero jo, yo ya había cogido esa dinámica de despelote y descontrol que tanto me entusiasmaba y es como si  me hubiera quitado la piruleta a medio terminar. Hay un amago en el que parece que todo volverá de nuevo al caos y a la gloria cinematográfica que anteriormente se nos narraba, pero mero espejismo. Supongo que así son las historias reales, no todo puede brillar para siempre, como la fortuna del señor Belfort. Aunque ignoro si la historia es del todo verídica, como por ejemplo el naufragio del barco en el que se encontraba el señor DiCaprio, aunque supongo que esto ya no le sorprenderá a nadie… Tampoco acaba de explicarse con total claridad cuáles son las artimañas ilegales llevabas a cabo por los protagonistas para ser perseguidos tan implacablemente por los miembros del siempre molesto F.B.I. pero lo que también es cierto es que cuando todo termina te quedas con la sensación de “¿Y qué? No necesito saberlo”. No me puedo marchar sin hacer una mención especial a Jonah Hill interpretando ejemplarmente al orondo amigo de Belfort que le ha seguido desde sus inicios, ambos salieron juntos del cascarón en el negocio que más tarde los haría multimillonarios. Ese papel, ese personaje le da fuerza y alas a la cinta cuando está más lo necesita, el secundario perfecto. Tal vez unos pasos por detrás de Quint en “Tiburón” eso sí… En definitiva una recomendabilísima cinta basada en hechos reales, de lo mejor que ha salido de la mano de Mr. Scorsese, y que nadie debería perderse. Tres horas invertidas en aprendizaje, buen gusto, locura cinematográfica placentera y sobre todo divertimento sin límites.

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