Cuando uno se enfrenta cara a cara a una obra audiovisual
gobernada por el germano Uwe Boll no sabe a qué dios rezarle para salir impune
de tal acto. Si, es cierto que en los últimos años sus proyectos han ido
mejorando considerablemente por lo que esta afirmación con la que comienzo mi
segundo artículo en McFly puede estar caduca. Y más cuando nos aventuramos
a comentar “Asalto en Wall Street”. Ojo, esto no quiere decir que se trate de un
film maestro o una pieza inolvidable, pero tampoco es una total pérdida de tiempo. Digamos que la evolución del señor Boll es
notable, pasando de firmar obras infumables a títulos como este, en el que se
presentan varios problemas pero que a su vez cuenta con algún que otro acierto
en una historia de venganza “zeitgeist” que a más de uno le gustaría llevar a
cabo. En definitiva, interesante.
Uno de los problemas mayores y puede que el principal de la cinta sea su planteamiento engañoso. Con la atractiva trama como cebo acompañada del cartel de la película el espectador puede dejarse llevar y creer firmemente que se enfrenta a una película de acción. Nada más lejos de la realidad, la presunta acción no comienza a aparecer casi hasta los créditos finales. En vez de eso nos enfrentamos a un drama inhumano en el que el protagonista, un insípido Dominic Purcell, es masacrado por el sistema hasta un punto atroz y despiadado. Pronto el film comienza a encabronarte ya que las situaciones a las que es cometido el protagonista, aunque algo forzadas, funcionan medianamente bien. Durante el proceso en el que el protagonista como anteriormente citaba es castigado por toda clase de burocracias y papeleos (parte por cierto muy bien documentada guionísticamente) enigmáticamente Boll filma con habilidad y muestra mientras tanto el amplio abanico de actores con cierto nombre del que dispone el film a parte de Purcell, véase: un decadente Edward Furlong (Terminator 2, American History X), Keith David (Están Vivos, La Cosa), Michael Paré (Calles de Fuego), Lochlyn Munro (Freddy vs. Jason), John Heard (Solo en casa, Sharknado) o el omnipresente Eric Roberts (El caballero oscuro, Sharktopus). Pero según el metraje avanza esperamos impacientes que finalice el primer acto, en el que Purcell es sometido a toda clase de maniobras legales para despiezarlo y comience la acción, pero eso no ocurre en una sensación de presentación perpetua de la historia. Y al no llegar la conclusión del primer acto, nos anclamos en un momento, uno de esos enésimos momentos en el que te planteas que el film que pensabas que iba a ser, no lo será. Si aceptas esto antes de los tres cuartos de hora es posible que salgas airoso del visionado de “Assault on Wall Street”. Cuando nos acercamos al final y por fin parece que vamos a ver movimiento, todo queda en una especie de amago, diez minutos de tiroteos aleatorios no exentos de diversión eso sí, en los que el alemán vuelve a hacer apología de su adicción a los videojuegos, aunque nada tenga ni pies ni cabeza. Como película de acción este final habría sido decadente, pero después de llevarnos por donde se nos lleva durante el visionado, el desenlace no está tan fuera de lugar, en equilibrio con el resto de la cinta, aunque como acción fracasa súbitamente ya que el ritmo impuesto en estas últimas secuencias bien podría considerarse de tortuga, algo más de nervio y violencia habría causado un giro visual de los que gustan.
Por último añadir que el final definitivo es ¿abierto? ¿Invita a una supuesta segunda parte? A mí en particular me invita a la confusión pero eh, ya estoy curado de espanto en cuanto a finales ácidos se refiere. Para finiquitar decir que agujeros negros abisales de guión aparte y echando en falta una mano más firme a la hora de dirigir, en conjunto y para tratarse de una obra de Uwe Boll el film es digno. Y mucho más que digno es el trasfondo que se quiere transmitir o la denuncia que se quiere llevar a cabo con el film, juzguen ustedes mismos. Si nuestro bávaro amigo sigue por este camino quien sabe… igual algún día nos mete alguna sorpresa de las que nunca esperaríamos ver.
Por el momento podemos calificar “Asalto en Wall Street” como sorpresita.
Uno de los problemas mayores y puede que el principal de la cinta sea su planteamiento engañoso. Con la atractiva trama como cebo acompañada del cartel de la película el espectador puede dejarse llevar y creer firmemente que se enfrenta a una película de acción. Nada más lejos de la realidad, la presunta acción no comienza a aparecer casi hasta los créditos finales. En vez de eso nos enfrentamos a un drama inhumano en el que el protagonista, un insípido Dominic Purcell, es masacrado por el sistema hasta un punto atroz y despiadado. Pronto el film comienza a encabronarte ya que las situaciones a las que es cometido el protagonista, aunque algo forzadas, funcionan medianamente bien. Durante el proceso en el que el protagonista como anteriormente citaba es castigado por toda clase de burocracias y papeleos (parte por cierto muy bien documentada guionísticamente) enigmáticamente Boll filma con habilidad y muestra mientras tanto el amplio abanico de actores con cierto nombre del que dispone el film a parte de Purcell, véase: un decadente Edward Furlong (Terminator 2, American History X), Keith David (Están Vivos, La Cosa), Michael Paré (Calles de Fuego), Lochlyn Munro (Freddy vs. Jason), John Heard (Solo en casa, Sharknado) o el omnipresente Eric Roberts (El caballero oscuro, Sharktopus). Pero según el metraje avanza esperamos impacientes que finalice el primer acto, en el que Purcell es sometido a toda clase de maniobras legales para despiezarlo y comience la acción, pero eso no ocurre en una sensación de presentación perpetua de la historia. Y al no llegar la conclusión del primer acto, nos anclamos en un momento, uno de esos enésimos momentos en el que te planteas que el film que pensabas que iba a ser, no lo será. Si aceptas esto antes de los tres cuartos de hora es posible que salgas airoso del visionado de “Assault on Wall Street”. Cuando nos acercamos al final y por fin parece que vamos a ver movimiento, todo queda en una especie de amago, diez minutos de tiroteos aleatorios no exentos de diversión eso sí, en los que el alemán vuelve a hacer apología de su adicción a los videojuegos, aunque nada tenga ni pies ni cabeza. Como película de acción este final habría sido decadente, pero después de llevarnos por donde se nos lleva durante el visionado, el desenlace no está tan fuera de lugar, en equilibrio con el resto de la cinta, aunque como acción fracasa súbitamente ya que el ritmo impuesto en estas últimas secuencias bien podría considerarse de tortuga, algo más de nervio y violencia habría causado un giro visual de los que gustan.
Por último añadir que el final definitivo es ¿abierto? ¿Invita a una supuesta segunda parte? A mí en particular me invita a la confusión pero eh, ya estoy curado de espanto en cuanto a finales ácidos se refiere. Para finiquitar decir que agujeros negros abisales de guión aparte y echando en falta una mano más firme a la hora de dirigir, en conjunto y para tratarse de una obra de Uwe Boll el film es digno. Y mucho más que digno es el trasfondo que se quiere transmitir o la denuncia que se quiere llevar a cabo con el film, juzguen ustedes mismos. Si nuestro bávaro amigo sigue por este camino quien sabe… igual algún día nos mete alguna sorpresa de las que nunca esperaríamos ver.
Por el momento podemos calificar “Asalto en Wall Street” como sorpresita.
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