Hatchet 2 (2010) de Adam Green

... y Victor Crowley cogió su hacha. Otra vez.




Tras sobrevivir a una noche inclemente donde ha tenido que ver a sus amigos y familiares morir a manos/hacha del matarife Victor Crowley, Marybeth Dunstan regresa a la civilización donde es captada por el empresario llamado Reverendo Zombie, quien ya aparecía en la anterior y que tiene intereses ocultos por la posesión de ese pantano. A modo de "equipo de rescate", un grupo de catetos armados hasta los dientes comandados por Zombie y a los que se suman Marybeth y su tío, irán al pantano sin esperar que quizás, solo quizás, el hacha no ha dicho su última palabra.

Si en la anterior película teníamos un casting compuesto por actores del género bastante interesante, ahora esa cifra se duplica al darnos a por ejemplo el director Tom Holand (Noche de Miedo), R.A. Mihailoff (La Matanza de Texas III), AJ Bowen (La casa del diablo) o John Carl Buecherl (Fx Re-Animator) entre otros que se unían a los veteranos Parry Shen - en un rol diferente dado que moría su personaje en la anterior, y que esto se acabó convirtiendo en chiste recurrente a cada entrega - y Tony Todd. Quien no repitió fue Amara Zaragoza en el rol de Marybeth, siendo sustituida por el icono del terror Danielle Harris (Halloween 4) quien se quedaría el resto de la saga. Pero sin duda el verdadero protagonista de la cinta es Kane Hodder interpretando el doble papel de Victor Crowley y su padre, siendo en esta segunda parte la que consolidó al matarife como un icono del terror capaz de regar su pantano con la sangre de sus víctimas. Es una delicia verle en pantalla y eso gran culpa tiene el departamento de efectos especiales, los cuales mediante el empleo de métodos tradicionales como son las prótesis y litros y litros de sangre, consiguiendo rizar el rizo y ofrecernos unas muertes que si bien pierden algo de frescura si se comparan con los de la primera entrega, no dejan de ser pura satisfacción gore convirtiendo a los antagonistas en meros monigotes agilipollaos rellenos de sangre a punto de explotar.




Vuelve a la dirección y al guión Adam Green, quien repetiría su labor en todas las entregas de la saga a excepción de la tercera parte al coincidir esta con el rodaje del falso documental Digging Up the Marrow (2014). Se puede apreciar un autoguiño a su anterior film, Frozen (2010), donde vemos en uno de los televisores al personaje de Emma Bell, la cual ha demandado a los responsables de la pista de esquí (¿¡eh!?). 

Sin duda lo más interesante de esta película lo encontramos en que el film comparte el mismo honor que Zombi (George A. Romero 1978) en ser de las pocas producciones sin calificación que fueron capaces de tener un estreno en salas comerciales. Por más que cueste creerlo, esto es debido a que los de la MPAA la calificaron al film como R, lo que suponía un suicidio por esos tiempos, cosa que hizo que sus responsables con Green a la cabeza fueran a una importante cadena de cines con una copia íntegra del film, accediendo ellos a proyectarla sin calificación alguna durante unos días.

Una segunda parte que aún siendo inferior a la primera y tercera entrega consigue resultar entretenidísima gracias sobre todo a su falta absoluta de pretensiones. Ofrece diversión con mucha hemoglobina salpicando/explotando ante la cámara convirtiéndose en pura delicia. 

The Gentlemen. Los señores de la mafia (2020)

Mafiosos a gogó



Foto de familia
Guy Ritchie volvió a la acción y a la vuelto a armar. Pero a la acción de verdad. Y no lo hace solo, viene acompañado de un repartazo encabezado por Matthew McConaughey, Hugh Grant, Colin Farrell o el destacable Charlie Hunnam.

Un capo de la droga con un marcado estilo británico intenta vender su imperio a una dinastía de multimillonarios procedentes de Oklahoma.
A quien no le atraiga esta trama que se lo haga mirar.

La marca de la casa del realizador británico vuelve a estar aquí presente, y tal vez, con más énfasis que antaño, ya que se podría decir que ha vuelto a sus orígenes dada la naturaleza de la historia, tras fiascos como Aladdin (2019) o El Rey Arturo (2017). Con esto, no me refiero únicamente a esa diversión que va ondulando entre lo aristocrático y las continuas referencias al nuevo milenialismo, sino a la ironía del relato en lo argumental, a lo frenético del ritmo y lo histérico del montaje, siendo incluso más traviesa y cinematográfica que otras obras de sus inicios. La narración en off e incluso ese tono, aunque tímido, de cine dentro del cine, le dan un punto muy a su favor a la película. No es el colmo de la originalidad, menos en este subgénero, pero esta llevado mediante una configuración efectiva
McCounaghey gozándoselo

Todo esto, que puede parecer en un principio refrescante o atrevido en su propuesta, es en realidad bastante común dentro de los topics del señor Ritchie, por lo que los asiduos a su cine o a otras tarantinoexploitations la disfrutarán como una más o, tal vez, un punto por encima, no ya por su contenido violento, sino por su calidad de retorno a un estilo.

"¿Yo salía en Nothing Hill?"
En ningún momento decae, todo lo contrario, la cinta mantiene siempre un nivel y es en secuencias más puntuales cuando se torna más atrapante y negra, por lo tanto, más festiva. Los mafiosos insultándose, disparando y liándola son siempre una apuesta segura.


"¿Tarantino? ¿Quién es ese?"
¿Retrógrado? ¿Problemático? Los fans de la cada vez más conocida corriente del “quejarse por quejarse” tienen en esta producción una nueva oportunidad hater de cebarse con el trabajo de un director que siempre se ha encontrado en el punto de mira de muchos, por lo que, no me puedo alegrar más de que el bueno de Guy haya decidido volver a las fuentes de su génesis.

Y puestos a seguir modas, voy a apuntarme yo también con una queja: podría haber sido algo más grosera.

Vivarium (2019) de Lorcan Finnegan


“Pesadillas suburbiales”
Vivarium abre con una la imagen de un nido donde un pájaro recién salido del cascarón - en realidad un cuco, los cuales ponen huevos en nidos ajenos para así procurar sustento a su progenie - tira al vacío a sus presuntos hermanos para ser el único que ocupe el nido y así ser alimentado por la madre. La naturaleza es cruel, sin duda, y eso es lo que vamos a ver durante sus noventa y siete minutos de metraje: pura naturaleza salvaje. 
Una joven pareja encarnada por Imogen Poots (28 semanas después) y Jesse Eisenberg (Bienvenidos a Zombieland) tras salir del trabajo van a ver unos pisos a una inmobiliaria. El extraño dueño interpretado por Jonathan Aris (Turistas) les llevará a un extraño barrio suburbano, lleno de casas iguales que no parecen tener un fin donde podrán ver la que será "la casa de sus sueños". 
Partiendo de una premisa ya de sobra vista en el género, esto es, un grupo de personas encerradas sin poder salir de un entorno casi de pesadilla, Vivarium aunque a ritmo lento consigue inquietar al espectador al ser muy ambiguo con su trama de la que apenas sabremos apenas nada ni tan siquiera al final de la misma. A ver, no quiero decir con esto que estemos ante algo novedoso, todo lo contrario, Mercero logró lo mismo en 1972 con Jose Luis López Vázquez encerrado en La cabina (a la cual se puede ver que se rinden no pocos homenajes) pero visto el panorama algo es que se fijen en los clásicos y sepan trasladarlos de la menor manera. La parte mala de esto se la lleva su dilatado segundo acto cuando la hiatoria parece no ir más que en círculos, cosa que entiendo que pase tal como está orquestado esta, pero en vista de su último tramo, donde todo se pone interesante, pues quizás el haberse centrado un poquito más en ello habría estado mejor. 
En el apartado interpretivo tenemos a una sobresaliente Imogen Poots, quien se llevase un merecido galardón en la pasada edición del Festival de Sitges, y a un algo desaprovechado pero esforzado Jesse Eisenberg. Completan el reparto los inquietantes Jonathan Aris, Sena Jennings y Eanna Hardwicke quienes cumplen es sus roles malrolleros. 
Sin ser perfecta, esta scifi minimalista se revela como una nada sutil metáfora de la pesadilla que supone el aislamiento personal sumada a la necesidad de todo ser de tener libertad, y sinceramente dada la situación que tenemos en la actualidad puede caer a más de uno cual mazazo en los pendientes reales.

Cartelicos: #pornovenganza


Lo mejor: un cortometraje que promete una vuelta de tuerca al trillado concepto del home invasion, además de suponer el inicio de algo más grande.

Lo peor: que te deje con ganas de más.

Lo que se espera de ella: considerando que hablamos un cortometraje llamado #pornovenganza debemos esperar lo inesperado.
Saber lo que se cuece en el interior de la mente demente del Señor López Vacas dará miedo, sí, pero también interés.

Ghost of the Needle (2003) de Brian Avenet-Bradley


Retrato de un asesino muy sieso.

Jacob (Brian Avenet-Bradley) es un modernillo de la gran ciudad (¿de cuál? ni idea) y fotógrafo/asesino en serie con ínfulas artísticas a tiempo parcial; saca fotos a mujeres sin que ellas lo sepan, luego las aborda con el pretexto de que le sirvan de modelos para posteriormente asesinarlas en una destartalada e inmensa fábrica industrial que le sirve tanto de estudio como de matadero. No contento con ello, tras sus fotografías oculta otras en las que pueden verse los cuerpos de sus víctimas. También pululan por ahí el padre y el promotor de Jacob quienes dada su indiscreción pondrán al protagonista en más de un aprieto.

Cinta indie que en una machada digna de Robert Rodrígez, dirige, produce, escribe, edita y protagoniza Brian Avenet-Bradley, quien por aquél entonces solamente tenía un crédito como director en su haber – Freez'er, para mí desconocida, aunque quien la ha visto no la recomienda demasiado -, y aquí nos ofrece una vuelta de tuerca a lo visto en el film El fotógrafo del pánico, salvando claramente las distancias dado que nos encontramos ante una película que resulta en ocasiones muy pesada, densa en su desarrollo, hasta que puntualmente se pone en materia y vemos algún asesinato, pero ojo, salvo en dos o tres momentos a penas vemos una gota de sangre, no vaya a ser que se hieran sensibilidades.

El modus operandi de Jacob de abordar a sus víctimas, las constantes peleas con el padre y el tira y afloja con el promotor se repiten hasta el hastío, y no hay un giro interesante hasta la hora de metraje, donde la trama deriva a una especie de análisis del propio asesino en un evidente homenaje al personaje de Joe Spinell en Maniac, pero esto tampoco cuaja del todo, porque todo está contado de la manera más sosa y atropellada posible. Y ese es el mayor de los problemas que aqueja este proyecto: nos encontramos ante una película que por ir de solemne peca de ser muy sosa.

Aún con todo, la película consiguió ganar sendos premios en el Festival fantástico de Reino Unido y en el Fright Fest aunque en apartados técnicos, donde ciertamente se encuentra la parte más trabajada de toda la película.

Por lo demás, actores que parecen estar actuando en una obra de teatro –el que interpreta al padre parece estar más perdido que un pulpo en un garaje – siendo la mayoría de ellos desconocidos recién salidos del circuito independiente. 

Se agradece el esfuerzo de Bradley haciendo de hombre orquesta, pero es de esas películas que quizás si se hubiese delegado en más gente el resultado hubiese sido mejor, o al menos más animado.