Holy Motors



Título original: Holy Motors.

Año: 2012

Duración: 115 min

País: Francia.

Dirección: Leos Carax.

Intérpretes: Denis Lavant, Edith Scob, Eva Mendes, Kylie Minogue, Elise Lhomeau, Michel Piccoli, Jeanne Disson...

Sinopsis:

Holy Motors (creo) que trata sobre un día en la vida del Sr. Óscar, un hombre sin personalidad pero a la vez capaz de interpretar toda clase de personajes: un ejecutivo, una mendigo, un maníaco, un asesino, un padre de familia, un anciano moribundo, un hombre orquesta...Como si de un gran teatro se tratase, el Sr. Óscar recorre París interpretando dichos personajes, pero ¿dónde están las cámaras o los focos? y, lo que es más importante, ¿dónde empieza la vida de este ser y donde acaba su interpretación?

Crítica:

Recuerdo cuándo llegué al Festival de Sitges del año pasado. Era un atípico, por soleado, jueves de Octubre, y tras llegar al pueblo de Sitges con dos horas de retraso por culpa de una mala combinación de los cercanías, y de la cagada de mi amigo Manu con El asunto de las maletas, pero esa historia es mejor contarla otro día. Nada más dejar los bártulos en la casa, nos dirigimos a recoger las acreditaciones a una caseta al lado del Meliá, en la que un extraño, pero extraño, extraño tipo al vernos recogerlas se nos intentó acoplar para, como veríamos más adelante, intentar colarse en algún pase sin pagar. Tras una breve charla, en la que hablamos de lo que nos traía allí y las películas que queríamos ver, el tipo en cuestión se puso muy pesado con una película de la que había oído hablar maravillas, y, no sé como, acabó por convencernos de ir a verla a un pase que comenzaba en media hora. La película, claro está (si no esta crítica se llamaría Iron Sky), era Holy Motors, y nos pusimos en la quilométrica cola llena de gafapastas, que casi daba la vuelta al hotel,  cosa que hizo aumentar nuestro temor hacia el film que en cuestión de minutos íbamos a ver, pero aún así intentamos aguantar el tipo de la mejor, y sonriente, manera posible. Antes de entrar, y tras hablar Manu con media fila sobre el corto (cuando se pone pesado, se pone pesado), nuestro "amiguete" admitió que no tenía entrada y que si podíamos hacerle el favor de colarle gracias a nuestras acreditaciones, pero como es de suponer ni nosotros estábamos por la labor y tampoco nuestras acreditaciones eran las llaves de Ali Babá, así que tras explicarle el tema, y un con un más que considerable mosqueo, el tipo se marchó para no volver a aparecer durante los días que estuvimos allí, para suerte nuestra.
Cuando ya entramos para dentro de la sala ocupamos unas butacas que daban al pasillo y estaban más o menos bien situadas para no perdernos lo que íbamos a ver...y ojalá nos lo hubiésemos perdido.
Os preguntaréis por qué me he enrollado con la historia de cómo llegué a Sitges, de cómo conseguimos las entradas y sobretodo cuando nos encontramos con el tipo ese en vez de hablar del film, pues bien, yo considero que hasta ese punto, antes de que se encendiese el proyector, todo lo que nos había sucedido era más interesante que esta mierda de pseudofilm con pretensiones. En parte comprendo que haga las delicias anales de los gafapastas y hipsters que se las dan de entendidos, no seré yo quien les diga qué han de ver, pero lo que no aguanto es que me tomen el pelo y eso es lo que Carax hace con su peliculilla.
Lo diré una y mil veces: Holy Motors es la película más sobrevalorada del año pasado.
Pese a ello, no es todo culpa de Leo Carax, al fin y al cabo si quiso hacer esa película, pese a ser mierda, pues bravo por sus huevos. Lo malo llega cuando casi todos los críticos mal llamado especializados (caso sangrante el que se llevase tantos premios en Sitges) se han encargado de alzar esta película a los altares de la categoría de obra maestra, y lo que es peor, catalogarla como obra de culto. Una obra de culto para mí es Posesión Infernal o El precio del poder, películas que no tiene pretensión alguna y hacen, al fin y al cabo, que la gente empatice con ella hasta tal punto que la considere un imprescindible. Entonces ¿Holy Motors debería de ser considerada de culto? Para nada. La película es una concatenación de sin sentidos, pese a que hay gente que la considera una metáfora sobre el mundo del cine (y una mierda), y que nunca llegas a empatizar con nada de lo que sucede en pantalla, al contrario, acabas de mal humor por no verle fin, por no mencionar que la historia tiene un desarrollo capaz de aburrir a las vacas.
En los puntos positivos destacaría a su actor principal, el galo Denis Lavant, que realiza una magnífica labor como camaleón sin vida, y que, por suerte, alguna historia llega a ser interesante (el padre y la hija dentro del coche o el de la banda de música en la catedral), curiosamente las historias más minimalistas son las que funcionan, en contra de las cacareadas historias del loco pelirrojo (con aparición de una Eva Mendes muy perdida) o la historia de desamor entre el protagonista y una compañera del gremio (Kylie Minogue que mejor estaba en el papel de Cammy de Street Fighter), ambas me dieron una pereza que a punto estuve de caer dormido en la butaca. ¿Y qué decir del final con las limusinas? Ridículo es quedarse corto, y eso se notó en la sala que entre risas de loco y muchos joder, el público fue abandonando la sala antes de que se acabase la escena. Para darse con un canto en la cabeza. Huelga decir que al final de la proyección se escucharon los pertinentes abucheos por parte del respetable público, entre los que no me encuentro ya que por muy mala que sea una película jamás la abuchearía, y abandonamos Manu y yo la sala con una sensación de odio y de rabia hacia la película en particular y un odio visceral hacia el tipo que nos la recomendó. Creo que si nos lo hubiésemos encontrado a la salida le hubiésemos atado a las vías del tren.
En resumen, una película que no me gustó, que no gustó al público de Sitges, pero que curiosamente, como pasó por ejemplo con El árbol de la vida, gustó a los cuatro gatos de siempre y estos acabaron por convencer a todo Diox de que era la polla en bicicleta.
Todos locos.
Ah, decir que la pude ver de forma gratuita hace unos días y, aún así, me salí de la sala para no dormirme.

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