Ejem...
De los productores de "Underworld" reza el cartel... Esos avispados tipos que debieron pensar en uno de sus momentos de lucidez: "Si lo hicimos con vampiros y licántropos... ¿Por qué no? Ahora le toca el turno al mito de Mary Shelley".
Guión adaptado y basado en la novela gráfica de idéntico título de Kevin Grevioux y dirigida por Stuart Beattie, realizador del que ignoraba la calidad de su ópera prima "Mañana cuando la guerra empiece" (2010), nos encontramos con una película sin personalidad alguna, que aunque no arranca mal, con un buen concepto de las gárgolas enfrentándose a los demonios y las formas de ejecución en cada uno de ellos, al poco se desinfla irremediablemente para no volver. Se le da un tratamiento neogótico al look de la película, con abundantes escenas de acción, casi idénticas secuancia a secuencia, muy emparentado todo con la ya mencionada saga "Underworld" o "Van Helsing" (2004), aunque esta vez nos encontramos con una cinta incluso inferior.
El protagonista es Aaron Eckhart, de nuevo con la cara herida como le pudimos ya ver en "El Caballero Oscuro" (2008) dando vida a Harvey "DosCaras" Dent, aunque ni punto de comparación claro. Pues bien, el señor Eckhart sin ser un monstruo total de la interpretación si que es un actor más que digno y aquí se esfuerza, se esfuerza tanto que consigue por lo menos que se empatice algo con él y le consideremos lo que debe ser, el héroe de la función, aunque eso sí, no llegas jamás a creerte que encarna a la mítica criatura creada por Victor Frankenstein. Por su parte Bill Nighy, el tentaculado capitán Davy Jones de "Piratas del Caribe", aquí actúa nuevamente como villano de turno, esta vez demoníaco y cumple sin más. Aunque es inevitable verle en ciertos momentos poner esa cara que usan los actores de pseudo-culto en producciones de estas características expresando una especie de "¿Yo qué hago aquí?".
La película no te da ni un intervalo para reflexionar acerca de lo que estas viendo, de lo que está sucediendo, de lo que no sucede pero podría suceder y de lo que sucede y no debería, aunque tampoco es necesario en un producto de consumo rápido como este. Destacar a su favor su cuidada y estilizada fotografía que encaja a la perfección con la quimera visual de fantasía que se nos ofrece.
En resumidas cuentas, una excusa perfecta para devorar palomitas e ingerir refrescos azucarados en una sala acondicionada y olvidarte del bochorno aunque sea solo durante hora y media.
De usar y tirar.
NOTA: 3
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