Festival Nocturna: "The Raid 2: Berandal" de Gareth Evans

Y llego el cierre de nuestro querido Nocturna con la más que esperada “The Raid 2: Berandal”. Tras la obligada entrega de premios, que se alargo más de lo debido, y una presentación demasiado torpe del nuevo proyecto de “Richi” Vigalondo (esta broma de los presentadores propició más cejas enarcadas que sonrisas) como para que me provocara algún interés, por fin comenzaba la ansiada cinta de Gareth Evans.



“The Raid” fue la gran sorpresa del 2011. Resuelta con muchísima imaginación y mimo que suplía la falta de presupuesto, nos narraba las desventuras del agente Rama (Iko Umais) en un edificio lleno de asesinos, traficantes y todo tipo de maleantes, dejando un clásico moderno al que toda cinta de acción debería aspirar. Esta secuela, con bastante más fondos, mejores actores, y, sobretodo, más ambición tenía el hype por las nubes. ¿Cumplió? ¡Joder, sí! Más violencia, más acción, más trama (la justa y necesaria)… ¡Más de todo! El ambiente festivalero encontró su producto idóneo en aquella sala. El graderío se llenó de “uys”, “ays” “tsssssss”, risas morbosas incontrolables, victores, chascarrillos y arranques de aplausos con cada muerte espectacular. Y, os lo aseguro, esto pasa muy a menudo en la película.

La primera escena nos presenta directamente al antagonista principal, un árabe cojo con pinta tan elegante como chunga y con una ambición desmedida, ejecutando a un viejo conocido de la primera parte. Mezclando el aire típico del cine negro con la teatralidad a la que acostumbra el cine asiático, Evans deja claro desde el principio lo que ha querido contar y que podemos esperar. Acto seguido, recupera los hechos inmediatamente posteriores a la huida de Rama de aquel infernal edificio para darnos la premisa principal de la historia: Nuestro protagonista debe fingirse muerto para infiltrarse en una de las tres familias mafiosas predominantes y poder destapar la corrupción que impregna la policía y política de Yakarta hasta sus cimientos. Tras las primeras reticencias, termina aceptando e ingresa en la cárcel para hacerse coleguilla del hijo del capo.



El padrino severo y honorable que desconfía de las actitudes de su hijo para tomar el mando, el hijo frustrado por la falta de poder que no ve el momento de hacerse cargo de la organización y el homeless sicario cuya única ilusión es volver a ver a su hijo en un vértice. La Yakuza y su pacto de paz y respeto a punto de romperse por otro. Y en la punta del triangulo la “tropa manga” (todos parecen sacados de un anime y, lejos de intentar disimularlo, se fomenta esta impresión) conquistando palmo a palmo la ciudad encabezados por el mentado árabe. Seguido por un “señor” bastante bajito de aspecto afable que no suelta palabra, para eso ya esta su mirada y sus cuchillos a lo Riddik (creerme si digo que podría darle una lección al calvo espacial); y la pareja de hermanos más psicótica que veía hace mucho compuesta por una joven sorda y medio ciega que usa dos martillos de formas totalmente imaginativas y un chavalín con una precisión “jugando al baseball” apabullante. A este cuadro de la bondad humana añade los policías corruptos, los pocos que no lo son pero no tienen ningún escrúpulo en sacrificar a quien sea para pillar a los primeros, Yakarta y sus terribles contrastes (se mezclan los ambientes más sofisticados y lujosos con los rabales desolados y miserables) y pon justo en medio a nuestro querido amigo Rama con su capucha a lo assassin sin tener mucha idea de que es lo que debe hacer en cada momento.

¿Me pasas la pelota?
¿Situaciones tópicas y personajes estereotipados? Pues si, pero funciona de puta madre. Están bien definidos y se presentan con una puesta en escena notable dándote la profundidad justa para empatizar con la situación sin frenar la narración ni distraerte de lo esencial: las hostias. Y es que no nos mintamos, esta es una película de hostias. Es lo que te vende y es lo que te da. Hostias a andanadas durante dos horas y media. Violencia explicita, brutal, salvaje, exagerada sin llegar al ridículo en ningún momento. Escenas con un ritmo frenético y perfectamente rodadas plagan el metraje de principio a fin con coreografías milimétricamente coordinadas que parecen más a un baile sádico que a una pelea barriobajera. En ocasiones estas pueden recordar a las de Matrix pero en su versión más brutal, sin florituras y sin gilipolleces de momento bala que puedan cortar ese salvajismo. Aquí cada golpe es seco y duele.

En el primero de sus tercios bien diferenciados nos plantean la situación y nos presentan a los personajes de una forma algo caótica y abusando de los flashbacks pero no excesivamente complicada para seguir el hilo. Empieza muy fuerte con peleas multitudinaria (mano guantadas se dan en el baño) y hasta con un toque poético como el motín en el patio embarrado. Llegados a su segundo tercio ya se establece el desarrollo de las diferentes tramas adquiriendo una narrativa más lineal y, aunque baja un poco el ritmo para no agobiarnos, nos siguen deleitando con acción de la buena (la pelea entre los sicarios, los psicobrothers “cazando”) culminando en la que es, sin lugar a dudas, una de las mejores persecuciones de coches que el séptimo arte ha regalado. El último tramo se presenta con una tensión que agarrota los hombros. Un punto de inflexión donde las decisiones de los personajes desembocan en un crescendo operístico con una escalada de violencia que no deja de acelerarse y recrudecerse hasta llegar al clímax en la escena de “Pesadilla en la Cocina”. Madre del amor hermoso... Si os imagináis a Ramsay y a Chicote discutiendo enzarpados hasta los ojos con dos bardéos albaceteños quizás os hagáis una idea de a que me refiero…

Pero mira que bien se lo pasan en el patio
En cuanto a la banda sonora, en esta entrega no se ha contado con el miembro de Linkin Park Mike Shinoda. Sin embargo, esta decisión no ha supuesto ninguna carga con el buen hacer de Joe Trapanese, Aria Prayogi y Fajar Yuskemal. Los motivos más discos y electrónicos de la primera Raid han dado paso a bajos y percusiones mucho más duros y propios de las tierra en donde se rueda. Algunas secuencias se han aderezado con melodías con más gravedad para las escenas más dramáticas con bastante acierto. El sonido empasta bastante bien con lo que se esta viendo y eso se agradece. Atentos a la secuencia de Sarabande de Haende. Brutal.

En definitiva, si os gusta el genero de acción, no es que podáis, es que debéis verla. Como pegas habría que mencionar lo reducido de los matices del protagonista, que parece que solo sabe o estar a punto de llorar o repartir leña (aunque no necesita más, dicho sea de paso) y alguna que otra escena mal encajada en el montaje final. El resto del producto esta genial calibrado. Posiblemente la mejor película de acción de este 2014. Mención especial al maquillaje y a las secuencias del entrenamiento dentro de la celda y el degollamiento en serie vía cúter mientras se cierran negocios. Chapeau.


P. D.: Se ve que en Indonesia son muy caras las armas de fuego. Para tanto matón que hay aparecen 4 en toda la historia. O hay un gusto generalizado por los cuchillos. Pero nada sofisticado, si no esos de cortar carne que al parecer todo personaje debe guardar en un bolsillo…

P.D.2: Si, Misingnio, si. The Raid, las mata bien muertas. Ya he metido el chascarrillo.