Y tras "Ebola Syndrome" nos llega el segundo plato que los amigos de CINECUTRE.COM prepararon para nosotros el pasado sábado en el Metropol. Cosas de trabajo y cosas de viajes hicieron que ningún McFly estuviera presente durante la proyección, por lo cual optamos por el lavado de cerebro a un amigo que si que tuvo la mala suerte de contemplar esta obra.
Os dejo con el mártir José Martín y su reseña de "La Furia de Satán":
Para introducirnos en esta película hay que dejar claro una serie de cosas. Estás ante un cine digamos… diferente pero no nos referimos a la Nouvelle Vague ni al expresionismo alemán ni si quiera a Walt Disney. Esta película pertenece a una cinematografía que se rige por unas claves diferentes que dan sentido y coherencia tanto de estilo como de contenido que se pueden resumir en una única premisa:
¡El bizarrismo en pantalla!
Pero realmente ¿de qué va “La furia de Satán”? No será para tanto (Pensarán: Una película que por su título será como tantas otras sobre exorcismos en Louisiana cámara en mano). Esperen, tengan paciencia.
Nuestro protagonista, interpretado por Ramón Revilla, es Lando, un hombre tranquilo de rostro hierático y amplio mostacho que vive en unas chabolas con su discreta mujer y sus bien amados hijos. Él es el elegido por su tío para transferirle todos sus poderes para así continuar con la lucha eterna del bien contra el mal. Entre otras perlas encontramos una herencia en forma de cura milagrosa, telequinesis y unos poderosos rayos que salen del codo en forma de ondas circulares; ¡y gratis!… ¡Cómo decir que no a este legado! (Todo esto aderezado con los más cutres efectos especiales de la época).
La historia, o como lo quieras llamar, gira sobre la gran epopeya de Lando para rescatar a su hija de las garras de “El príncipe de la magia”: un malvado ser en pijama con amplios poderes, entre ellos el de hacerte girar sobre tu propio eje hasta hacerte caer mareado.
Y entonces, llegado a este punto, se preguntarán cómo se llamaba la película, ¿La furia de quién?, ¿de Satán? y, ¿dónde está Satán? ¿O es una metáfora de los demonios interiores de nuestro protagonista? ¿De la violencia a la que es llevado Lando para salvar a su desvalida hija? No, ni mucho menos, amigos. No es ningún Mcguffin, simplemente hay que armarse de paciencia, dejarse llevar por el ritmo de la película y trascurridos unos 50 minutos de metraje tendremos al mejor Satán que ha podido ver el VHS desde Tim Curry en “Congo”. Eso sí, se encuentra algo desnutrido pero en todo su tenebroso esplendor luciendo su ya clásico tridente de carnaval con el cual se enfrenta a sus enemigos con rayos ¿láser?.
Todo un reto para nuestro protagonista.
Un mero mortal enfrentado al mismísimo diablo donde su verdadero poder reside en el amor que profesa a su mujer y a su hija. La clave de la cinta sin duda.
Tras un arranque en el que más de un espectador se preguntará qué está pasando por sus retinas, descubrimos impasibles cómo la hija de Lando es raptada por los malosos y llevada contra su voluntad a una peligrosa isla donde la encerrarán en una inmensa jaula imposible de abrir, rodeado de mujeres desnudas (Ella seguirá vestida) para ser convertida más tarde en la esposa de nada más y nada menos que de Satán. ¡Bien!
Comenzada la búsqueda, vemos que dicha empresa no será fácil para nuestro parsimonioso héroe que gracias a Dios (nunca mejor dicho) contará con la ayuda de varios aliados, entre otros: un misterioso niño llamado Jesús o un anciano con aires de deidad y una barba que rivaliza con Gandalf. Gracias a ellos obtendrá un arma que sólo él puede portar: la Excalibur de Filipinas. O sea, un palo. Si, un palo, largo y de madera. Le sirve tanto para apoyarse mientras anda como para lanzar rayos de todos los colores que harán que muerdan el polvo “El príncipe de la magia” y sus variopintos secuaces entre los que encontramos mujeres gato, hombre serpiente, ninjas saltarines, hembras voluptuosas, algún zombie con forma de tronco flotante y muchas, muchas rocas de cartón piedra.
Entretenimiento trash filipino que hará las delicias de todo aquel que disfrute con la caspa de los ochenta versión asiática con desnudos gratuitos en 4:3, monólogos grandilocuentes, muchos pijamas, set pieces de “todo a cien”, ortopédicas coreografías en combates cuerpo a cuerpo, referencias mesiánicas, grandes dosis de machismo y el gran doblaje de la época. Un delirio de 93 minutos que convertirá a “La furia de Satán” en un clásico tan imperecedero como el rictus de Lando.