Manos: The hands of fate (1966) de Harold P. Warren

Palmas, palmitas, palmas de Mallorca.

Una familia típica estadounidense, conformada por una madre catatónica (Diane Adelson), un padre de rostro granítico (Harold P. Warren), una niña chillona (Jackey Neyman Jones) y un perrito simpático - el único que cobró (un solomillo) de todo el reparto -, se pierden en el basto desierto. Cansados de tanto va y ven por carreteras secundarias, deciden hacer noche en una extraña chabola custodiada por el no menos extraño Torgo (John Reynolds), que, aunque reticente a dejar pasar dentro a la familia, finalmente accede tras mirar el cu quedarse prendado de la belleza de la madre. Lo que no saben es que Torgo es sirviente del diabólico El Maestro (Tom Neyman) quien está siempre a la búsqueda y captura de pardillos para sacrificar a su Diox particular: Manos.

Lo que comenzó siendo la descabellada apuesta entre un vendedor de pesticidas, el propio director Harold P. Warren, y un guionista de éxito, Stirling Silliphant autor de El coloso en llamas (1974), en el que se jugaron que Warren no lograría rodar una película de baj(ísim)o presupuesto - 19.000 dólares - y hacer de ella un éxito de taquilla, acabó convirtiéndose en una de las películas con más culto de la historia del cine...y ya. Porque fuera de ese culto conseguido durante años y años entre los fans fatales - los mismos que encumbran a "films" como Troll 2 o What is it? -, por mal que nos pese hay que reconocer que salvo la historia que hay tras su producción, Manos: The hands of fate es un truño como la tapa de un piano.

Un director que no tenía idea de realización pero sí mucho mal carácter, un rodaje insoportable en el desierto (bichos incluidos), un guión escrito entre bajones de LSD y un reparto de actores sin experiencia pero mucha oligofrenia/droga - el bien sabido que John Reynolds hizo todas sus tomas drogado y que falleció por ello -, fueron los factores unidos a que la cámara tenía el obturador roto, haciendo que cada toma durase treinta y dos segundos exactos, hicieron de esta película una obra atípica dentro del panorama de producciones casposas de la época, aunque cabe decir que en su momento no destacó ni tan siquiera en los drive in de la época, algo raro dada la (nula) pretensión de los programadores de esos sitios, siendo relegada de manera temprana a la televisión donde quedaría olvidada hasta que fue rescatada por el mítico programa Mystery Science Theater 3000, siendo un fenómeno entre los jóvenos estadounidenses comenzando así su andadura hacia el culto.

Una mierda, pero una mierda entrañable y eso ya es mucho decir.

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