Todos en pie, ya que estamos sin
lugar a dudas y sin miedo a que me tiren piedras, ante la mejor actuación
masculina protagonista de la década. Lo de Eddie Redmayne no tiene nombre,
podríamos llamarlo genialidad pero ponerle cualquier epíteto sería quedarse
corto ante tanto derroche de talento.
El trabajo del actor inglés era
complicado desde un principio y a varios niveles. En el primero está el
problema de estar ante un biopic. Esta última época de premios y festivales
hemos tenido grandes actuaciones –reconocidas o no- en películas basadas en
personalidades ilustres como en el caso de “Selma”
o “The imitation game”. Y aunque
tanto Cumberbatch como Oyelowo hacen grandísimos trabajos –más el segundo que
el primero en mi opinión-, Redmayne los supera con creces.
En el segundo nivel tendríamos el
hecho que es una película con enfermedad.
Un nivel que podríamos ejemplificar con los trabajos de Dustin Hoffman en “Rainman” o Tom Hanks en “Philadephia”. Pero el gran punto a favor
del film sobre la vida de Stepehn Hawking es su elegancia y los matices. Con la
ayuda del director James Marsh, Eddie Redmayne comienza sugiriéndonos que algo
extraño pasa. No nos lo muestra en primer plano cebándose en lo morboso, y
hasta la escena en que Hawking se cae de bruces tan solo hemos atisbado algún
tobillo flojo casi fuera de plano o unos dedos algo inseguros a la hora de
sujetar un trozo de tiza.
En el tercer nivel, estaría el nivel
de la excelencia. Cierto es que esta película no es solo trabajo de Redmayne,
ya que la labor tanto de guionista como director es clave. Uno de los temores
de Redmayne a la hora de crear al personaje era ser una caricatura del mismo,
casi un spoof del propio Hawking.
Pero en un esfuerzo titánico hace que por un lado tengamos lastima de Hawking y
su familia, pero por otro lado nos muestran su carismática y apabullante
personalidad. Él es el protagonista, no a su pesar, si no porque ese es su
destino.
Pero como he dicho antes, no pongamos
todas las medallas a Eddie Redmayne. Actoralmente está escudado por una
Felicity Jones que parece que nació para el papel. Puede que la elección fácil
de casting hubiera sido escoger a Keira Knightley, pero hubiéramos tenido una
Jane parlanchina y con mohines. No nos engañemos, por mucho que me guste la
Knightey, desde 2005 viene interpretando remedos de su genial Elizabeth Bennet
de “Orgullo y prejuicio”, cosa que no
pega ni con cola con la personalidad de Jane Hawking. Sin embargo, Felicity
Jones ofrece otro rostro, el de la esposa presente y a la vez ausente, que ama
a su familia pero que al mismo tiempo anhela esa libertad que dicho amor le
impide obtener. Un personaje suave y áspero, con luces pero también muchas
sombras, simple y elegante, que le reportaron un buen montón de premios y
nominaciones. Hacedle sitio, que la chica ha venido para quedarse.
En cuanto a la silla del director, James
Marsh realiza una increíble labor de
cuentacuentos yendo de un lugar a otro, de un tiempo a otro más alejado sin que
le tiemble el pulso. Aunque si es cierto decir que el director de “Man on wire” se mueve con más soltura, irónicamente,
en las escenas de corte intimistas que en aquellas ambientadas en espacios
abiertos.
En definitiva, un película de las que
hay que ver. Un canto a la vida y a que los árboles no te impidan ver el
bosque. Quitaos los prejuicios, no estamos ante un dramón estamos ante un gran
biopic con bastantes golpes de humor y el Oscar más merecido en años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario